“Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les he dicho: “Ustedes morirán en sus pecados”. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados” (Jn 8, 23-24).
La primera verdad es esta: Jesús no es de aquí abajo, “abajo” quiere decir del mundo en que estamos, el mundo que ya es sobre el maligno, sobre el pecado y las tinieblas.
Jesús es del Alto, Él es de la luz y de la gracia, pero Él vino y bajo a nuestra bajeza, bajo a nuestra condición humana para iluminarnos, rescatarnos y para que no quedemos bajo, pero que busquemos las cosas del Alto.
Para que Jesús nos rescate del mal de este mundo es necesario morir para el pecado para nascer en la gracia, porque morir en nuestros pecados si no creemos en Jesús, sino ponemos en Él nuestra confianza, nuestra esperanza y el sentido de nuestra salvación.
Vivimos en un mundo, pero no podemos dejar que él esté dentro de nosotros. Vivir en el mundo es responsabilidad, entregarse para el mundo es pecado y perdición. Iluminar el mundo es nuestra misión, dejarse guiar por el mundo es nuestra perdición.
Que tengamos convicción que nacemos del Alto y para las cosas del Alto
Estar en Jesús es vivir en el mundo sin ser del mundo, es estar en el mundo sin dejarse esclavizarse por él. Estar en Jesús es cumpli5r nuestra obligación y nuestra misión sin prenderse a este mundo porque no somos de él. Estamos aquí de pasaje, que no tengamos dudas sobre eso, que tengamos convicción que nacemos del Alto y para las cosas del Alto. Y el Alto es el Cielo, es el lugar de la morada de Dios.
Nacemos para ser de Dios, a veces, podemos desviar la ruta, perdernos por el camino, pero nosotros que caminamos perdidos, Él viene para mostrar el camino que nos salva y nos lleva a la vida.
Porque Jesús es el camino, él es la verdad y la vida. Dejémonos ser guiados por Jesús para no morir en nuestros pecados, para ser esclavos del pecado, para que no seamos esclavizados por este mundo, pero salvos y rescatados por el amor misericordioso del Señor.
¡Dios te bendiga!
