30 Apr 2022

En la barca de tu vida: confía en Jesús. ¡No tenga miedo!

“Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaúm, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. El les dijo: «Soy yo, no teman” (Jn 6, 16-20).

Es Jesús quien se acerca de nuestra barca y de nuestra vida. El Resucitado está vivo en nuestro medio. Y, cuando nosotros estamos en momentos así, Él quiere, en todos los días, acercarse de nosotros.

Si nosotros preguntamos para una persona – que entiende, por ejemplo, de esta realidad: “¿Cuál es la sensación de estar en el mar agitado y remar por la noche en el mar agitado?”. Si nosotros preguntamos para una persona que pasa por esta situación, nosotros tendríamos, un poco, de la sensación de aquello que los discípulos experimentaran en aquel momento. Pero, ¿qué es eso en nuestra vida? ¿Qué es eso en nuestra historia? Cuando tu también has experimentado la sensación de verse perdido, sin rumbo, desencontrado, delante de una tribulación o de una situación que ha venido hacia tu puerta; delante de los desafio que tu tienes que enfrentar, tal vez, tu ya has experimentado esta sensación: la de perder el rumbo en la vida.

Jesús quiere entrar en nuestra vida en los momentos en que la “barca” esté agitada

Muchos de nosotros ya hemos experimentado eso. Además, en ese momento, así como yo dije, Jesús aparece. Él aparece exactamente porque es nuestro contemporaneo; Él esta en todos los momentos de nuestra vida, aquí, ahora de nuestra existencia, Jesús esta presente. La presencia de Jesús acaba provocando el contrario, pues lo que era para ser una alegría, una esperanza, un alivio, se convirtio un espanto. ¿Por que? Porque algo iba cambiar. Los discípulos tendrían de pasar por una experiencia de creer en aquella presencia, de acoger aquella presencia.

Y nosotros vamos tener que creer en Jesús, cuando Él entra en nuestra vida en los momentos en que la “barca” de nuestra vida también esté agitada. Y nosotros también vamos experimentar el espanto. ¿Por que? Porque nosotros tendremos que confiar en él; en la palabra de Jesús, en la seguridad de que Él esta en el medio de nuestra tempestad. Y eso nos desafía porque tenemos aquella vieja manía de hacernos todo de nuestra cabeza, somos independientes, no queremos confiar.

Queremos sí la ayuda de Jesús, pero, cuando Él Se presenta y aparece, nosotros confundimos todo, imaginamos que Jesús viene para confundirnos, que viene exigir de nosotros mucha confianza; y nosotros vamos, muchas veces, construyendo Dios de nuestra forma, de nuestra cabeza, de nuestra forma de pensar.

A veces, pensamos que Dios es así: todo “cuadrado” dentro de nuestros esquema, de la forma que nosotros imaginamos. Y, muchas veces, tenemos que romper estos idolos que construimos dentro de nosotros; tenemos que romper dentro de nosotros las falsas imágenes, las falsas seguridades que nosotros vamos construyendo. Y la palabra de Jesús es acertada: “No tengas miedo, soy Yo”.

Y, hoy, es esto que él nos habla para mi y para ti: “No tengas más miedo, soy Yo”. Hoy, es necesario que cada uno de nosotros de un paso de madurez: aceptar una presencia, en el medio de las tribulaciones. Además, no es cualquier presencia, pues es la presencia de Jesús, es la presencia del Resucitado que quita fuera todos nuestros miedos, todas nuestras dudas e inseguridades.

Confía. ¡No tenga miedo!

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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