21 Sep 2021

La misericordia divina transforma nuestro corazón herido

“Jesús los oyó y dijo: No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa esta palabra de Dios: Me gusta la misericordia más que las ofrendas. Pues no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.” (Mt 9, 12-13).

Hoy, celebramos el día del apostoles San Mateo. Mateo es el publicano que esta sentado en la recolectoría de impuestos y que escuchó el llamado de Jesús: “Sigueme”, y él de todo el corazón fue seguir el Maestro Jesús, dejó para trás todo de equivocado que había cometido para comenzar la vida en el seguimiento de Jesús.

Como es importante dejar que la Palabra de Jesús, el llamado de Jesús, resuene en nuestros corazones. Seguir Jesús no significa simplemente participar de a Iglesia, ir en una misa; seguir Jesús no significa ser miembro de una pastoral o de un grupo de la iglesia. Seguir Jesús es dejar para trás lo que no conviene al Evangelio, seguir Jesús es dejar para trás las fuerzas del pecado que, muchas veces, amarran y prenden nuestro corazón.

Seguir Jesús es dejar de seguir el mundo, seguir las inclinaciones del corazón; seguir Jesús es no dejarse corromper más por todo el fascínio que la corrupción del mundo ejerce sobre nuestra vida. Seguir Jesús es dejar que el Evangelio hable más alto a nuestro corazón, pero es, por encima de todo, ser curado y transformado por el bálsamo de misericordia divina.

Es la misericordia que cura nuestro corazón herido, manchado y marcado por el drama del pecado

El pecado deja marcas en nuestro corazón, porque el pecado deja nuestro corazón herido, arraigado, preso e inclinado para el mal. No es la condenación, no es tirar la cosas en la cara de las personas, no es condenar, no es discriminar, por el contrario, es acoger, es dejar que el bálsamo de la misericordia va ejerciendo la cura, la liberación, la restauración del alma y del corazón.

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Es por eso que el Señor no quiere el sacrificio, Él quiere la misericordia, porque nosotros, muchas veces, hacemos muchos sacrificios para Dios, hacemos longas oraciones, hacemos penitencia, y todas ellas tiene su importancia, todas ellas son fundamentales en el proceso de conversión, pero nada es más sublime que el ejercicio de la misericordia.

Es en la misericordia que somos rescatados, salvos y libertos. Es la misericordia que cura nuestro corazón herido, manchado y marcado por el drama del pecado. Es con la misericordia que necesitamos acoger unos a los otros.

Nuestra cabeza esta llena de sentencia, juicios, conceptos, preconceptos y rótulos. Estamos llenos de convicciones personales sobre eso, de aquel, de aquella situación, cuando el principal, aquello que nos convierte primero, es la misericordia. Y es por la misericordia que vou también acercame de las personas y de los corazones.

“No venimos para llamar los justos, pero los pecadores”. Presentemos nuestros pecados a la misericordia de Dios, para convertirnos a cada día y, especialmente, sabernos acoger unos a otros.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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