“Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan». Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios” (Lucas 1, 63-64).
Queremos unir nuestra voz la voz de Zacarias, queremos unir nuestra lengua la lengua de Zacarias para alabar, glorificar, bendecir y adorar el Dios Santos que, en su inmensa bondad, nos dio Juan Bautista.
Celebrar el nacimiento de Juan Bautista es celebrar la historia de salvación, la intervención salvación de Dios. Él envía sus hombres, sus elegidos para que operen el Reino en nuestro medio.
Es Jesús que va decir que entre los nacidos de mujer no hay nadie mayor que Juan, pero la grandiosidad de él no esta en el hecho de él ser una estrella, ser alguien más importante que los demás. La importancia de Juan hace de sí propio, para que Dios crezca por medio de él y Él desaparezca. Eso hace de Juan un hombre grande, porque sobre él Dios esta brillando, sobre él el Reino de Dios esta apareciendo.
Juan vino para el mundo no para ser luz, pero para apuntar Aquel que es la luz, Juan no nació para brillar, pero para mostrar la única estrella que debe en nuestra vida.
El nacimiento de Juan Bautista debe ser celebrado como una gran fiesta. No son las fiestas que resumen nuestra cultura quien es Juan Bautista. Juan bautista es celebrado, especialmente, por medio de la oración, hombre que reza, hombre vuelto para la disciplina interior permanece en la presencia de Dios. Juan va ser el hombre del desierto, el desierto como el lugar del encuentro con Dios.
Creo que en medio a muchos cohetes y muchos ruidos que se hacen en nuestra vida, especialmente en este tiempo, es necesario que adquirimos el espíritu de Juan Bautista, Aquel espíritu que sabe retirarse para escuchar, que sabe salir de la presencia de los demás para ponerse en la presencia de Dios.
Necesitamos mucho de la sobriedad que Juan Bautista vino traer a este mundo
Necesitamos adquirir de Juan el espíritu de la sobriedad. Vivimos en un mundo perdido, donde las personas beben más de lo que debían, comen más de lo que pueden, se exceden en el orgullo y en las discordias. Necesitamos mucha de la sobriedad que Juan Bautista vino traer a este mundo.
Yo pienso que el nacimiento de cada niño simboliza una alegría sin igual, porque es una vida que nace, que trae esperanza y un aliento nuevo.
Juan nos alegra por si nacimiento y por la vida que llevo siempre en la presencia de Dios. No podemos dejar de pedir a Dios que todas los niños que están naciendo, que aún no nacieron, que están en el vientre de sus madres, que están siendo engendradas nacen, crecen y permanecen en la presencia de Dios.
Entregamos nuestros hijos a Dios, queremos que ellos permanezcan en Dios y sean presencia de Él por toda la vida, como fue Juan Bautista.
¡Dios te bendiga!
