28 Apr 2020

Jesús sana nuestra hambre de eternidad

“Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed” (Jn 6, 35)

¡Jesús es el Pan de la vida! Necesitamos purificar la visión que tenemos sobre el pan, porque, miramos para él, aquel que compramos en la panadería o en el mercado, como algo que sirve para sanar nuestra hambre. El pan es el símbolo del alimento, y el alimento es todo que necesitamos en la vida para no perecer.

Como es importante tener el alimento y como hace falta no tener el alimento. La carencia de los alimentos nos lleva a perecer por la hambre de los alimentos, por la indigencia y por la miseria. Cuantos sufren porque no tiene el pan de cada día para comer, pero el exceso de estos alimentos también engendra serios problemas para nuestra salud y para nuestra propia salud y subsistencia humana. Hay los que mueren porque no tiene lo que comer y los que mueren porque comen más que es debido y la salud se complica.

Necesitamos saber utilizar el alimento de cada día y necesitamos tener el alimento de cada día. El alimento que tenemos o el alimento que falta para algunos es para darnos la vida terrena, estos no sanan nuestra sed de eternidad, no llenan el hambre más profunda del alma y del corazón.

Necesitamos volvernos para Jesús, nos alimentamos de Él para no padecer del hambre de la eternidad

Como estamos carentes. Yo sé lo que es la carencia de alimentos, yo sé que es pasar hambre, pero sé cuanto es duro tener hambre de amor, de eternidad y de verdaderos valores.

Podemos ver en la crisis que vivimos, lo mucho que la humanidad esta carente. Imaginábamos que la carencia era solo para una clase de personas que fueran excluidas del pan de cada día. Esta carencia existe porque la humanidad no se alimenta de Dios.

Cuando no nos alimentamos de Dios nos convertimos egoístas, orgullosos, soberbios y vanidosos. Nosotros nos preocupamos con nuestro pan, con nuestra despensa, con los alimentos que están perecendo, con nuestra nevera que esta llena y tampoco utilizamos todo.

Es falta de Dios, es falta del corazón estar abierto para gracias de Dios. Nadie alimenta el otro de verdad cuando no se alimenta del amor de Dios en su corazón.

Cuando Dios realmente es nuestro alimento, cuando nos alimentamos de Él, sanamos nuestra hambre y sanamos el hambre de los demás, no de hambre alimento que hace muchos perecer. Y sí de hambre de eternidad y de amor a cual toda la humanidad perece, todos nosotros pasamos y vivimos.

Necesitamos volver para Jesús, nos alimentos y nos llenamos de Él para no padecer la hambre de la eternidad. Él es nuestro alimento y quien en él cree es sano en su hambre y en se sed.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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