09 Apr 2022

La santidad viene de Dios y toca el corazón del ser humano

“Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron un Consejo y dijeron: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchos signos. Si lo dejamos seguir así, todos creerán en él, y los romanos vendrán y destruirán nuestro Lugar santo y nuestra nación». Uno de ellos, llamado Caifás, que era Sumo Sacerdote ese año, les dijo: «Ustedes no comprenden nada. ¿No les parece preferible que un solo hombre muera por el pueblo y no que perezca la nación entera?” (Jn 11, 47-50).

Miren, mis hermanos y mis hermanas, nosotros estamos en este tiempo de preparación para la Pascua del Señor que se acerca. Y Jesús esta cada vez más siendo acorralado: la vida de Jesús va, poco a poco, se estrechando hasta aquel momento crucial, su muerte en la Cruz.

Y estos fariseos, estos Maestros de la Ley dicen: “¿Qué hacemos?”. La perturbación en el interior de estas personas que, desgraciadamente, no adhieren a la Palabra de Cristo; no entran en la dinámica del Reino de Dios. Ellos se asustan y dicen: “Los romanos van destruir nuestro Lugar Santo”. Miren, ellos tiene una concepción un poco equivocada sobre el lugar Santo, pues el lugar es santo porque allí las personas están; allí están los hijos de Dios.

¿La santidad esta en las piedras, en las construcciones? La santidad necesita residir en nuestros corazones

¿La santidad esta en las piedras, en las construcciones? La santidad viene de Dios y toca el corazón del ser humano. Por supuesto que: una capilla; una iglesia; una catedral; una basílica; un santuario es un recorte del cielo; es un lugar de experiencia de fe, eso nosotros ya entendemos; pero la santidad necesita residir en nuestros corazones. La presencia de Dios, en primer lugar, necesita ser acogida aquí dentro de la casa de nuestros corazones.

Y aquellos hombres tiene el Lugar Santo, que es el templo, con un temor de que él viene a ser destruido (y, después, él fue) pero justamente por no acoger a la persona de Jesús y, en la persona de Jesús, la presencia de Dios – vamos tomar un poco de cuidado porque, muchas veces, nosotros podemos distraernos con las construcciones y olvidar que la construcción más importante es el corazón del ser humano; que lo más importante es la persona. Y, seguramente, el lugar tiene de estar asociado directamente a Dios. Si es un bello santuario, donde me pongo en oración, mi corazón también necesita ser ese bello santuario, para que mis hermanos pueda vivir también en él. Y estas personas, que están con Jesús, acaban justificando el mal y transformando en un bien: “Entonces, es mejor que un muera para que no ocurra nada con nuestro Lugar Santo”. ¡La estrategia que ellos usan, la del miedo, para justificar el mal practicado, eso es muy serio; es muy grave! Y, muchas veces, nosotros necesitamos liberarnos de eso.

Entonces, aparece el sumo sacerdote, Caifás. ¡Él hace un gran pronunciamiento! Y mira que fue un pronunciamiento oficial, pues él era el sumo sacerdote en aquel año. Miren la responsabilidad que ese hombre perdió en aquel momento, la responsabilidad que él tenía ante el pueblo, y él acabo siendo allí un portavoz de la sentencia de Jesús. Y tengamos cuidado con la responsabilidad por aquello que nosotros decimos; la responsabilidad por aquello nosotros hacemos, porque nosotros también somos responsables por la edificación de nuestros hermanos.

Además, el más bonito es que Jesús puede dar significado hasta el mayor error de la historia. Miren el pronunciamiento que ese sumo sacerdote hace, pero allí estaba también la vida de Jesús; porque Jesús murió para salvar a todos. En realidad, aquel gran pronunciamiento se convirtio la profecía en la vida de Jesús, el Cordero de Dios. Que era grande: “¡Mataran el Hijo de Dios!, se convirtio redención para toda la humanidad.

Sobre todos vosotros, la bendición de Dios Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Amén!

Pai das Misericórdias

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