“Porque ustedes tienen poca fe. En verdad les digo: si tuvieran fe, del tamaño de un granito de mostaza, le dirían a este cerro: Quítate de ahí y ponte más allá, y el cerro obedecería. Nada sería imposible para ustedes” (Mt 17, 20).
Nada es imposible para aquel que cree, para aquel que pone en el Señor su confianza y su esperanza. Un Padre desesperado y desanimado, pero que aún tiene una migaja de la fe, acércate de Jesús, arrodíllate en la presencia de Jesús para pedir por su hijo: “Señor, piedad de mi hijo. Mi hijo es epiléptico”.
Tu sabes lo que es la epilepsia provoca en la vida de un niño, de un adulto, de quien sufre. Aquí, podríamos poner otras tantas realidades que llevan nuestros padres a sufrir por no comprender, no entender, muchas veces, las enfermedades, los límites físicos, los límites de todas las órdenes que, muchas veces, nuestros hijos están sufriendo. Niños nacen con limitaciones crónicas y otras limitaciones, deficiencias y debilidades que son asumidas o adquiridas a lo largo de la vida.
Aquí está la dificultad de la humanidad de lidiar con los límites, porque somos llamados, somos invocados sólo para expandir las potencias; y cuando tenemos que lidiar con los límites nos frustramos, nos decepcionamos, amargamos y, muchas veces, quedamos debilitados.
La fe es luz, la fe trae dirección, la fe cambia la situación dentro de nosotros
Y esta realidad, este padre está así porque él fue primero a los discípulos, y ellos no pudieron hacer nada por él. Los discípulos fueron los primeros incrédulos que miraran la situación de aquel padre, de aquel niño y dijeran: “No podemos hacer nada”.
No podemos cruzar los brazos delante de ninguna situación, sea cual sea. Yo sé que existen situaciones que son muy sufridas, son muy dolorosas; existen situaciones delante de las cuales, humanamente, quedamos sin saber lo que hacer, pero nosotros tenemos a quien recurrir. No es para soluciones mágicas, no es simplemente hacer pregunta y la respuesta ya viene.
La fe es luz, la fe trae dirección, la fe cambia la situación dentro de nosotros para no desanimarnos con cualquier realidad, sea ella cual sea. Muchas veces, tenemos que encarar con los límites que llegan de la edad, a medida que la edad va avanzando los límites se imponen, muchas veces en enfermedades que no esperamos. Muchas veces, estamos lidiando con nuestros padres, nuestros ancianos con enfermedades degenerativas y las personas simplemente paran delante del cáncer, delante de la depresión, paran porque estamos siempre siendo invitados a sernos potencialmente superiores, parece que quedamos con verguenza delante de los límites.
Los límites existen para decir que, delante de Dios, no hay límites para Su gracia, para Su amor, para Su misericordia. Los límites existen para salir de nosotros mismo, para sabernos que en Dios podemos ir más allá para cuidarnos de los enfermos, de los sufridores, para cuidarnos de nuestros propios límites, de nuestros sufrimientos. Y hay personas limitadas físicamente que están dando ejemplos para nosotros que nos sentimos potencialmente grandes, porque es necesario tener fe. La fe realiza milagros, primero en la cabeza, en el corazón, y después la vida va experimentar lo que el milagro de la fe es capaz de hacer.
¡Dios te bendiga!
