12 Sep 2019

Hagamos el bien a nuestros enemigos

“Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos traban a los falsos profetas! Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian” (Lc 6, 26 – 27).

Vivimos en la sociedad de la venganza, y sabemos que, en esta sociedad, las personas buscan revidar lo que recibieron. Si el otro me hizo el mal, yo necesito también hacer el mal a él, muchas veces, ni es por los actos, pero es por el deseo y por la voluntad.

Cuantos males están rondando nuestra cabeza, nuestros sentimientos y afectos, porque son marcas que los demás dejaran en nosotros, pero no nos deshacemos de ellas; por el contrario, nosotros las alimentamos, cultivamos, dejamos ellas crecer en nosotros y estamos expuestos en nuestras emociones, debilitados por dentro y por fuera con tristezas, resentimientos, y odios. Eso va moviendo por dentro, y de nuestro inconsciente a nuestra consciencia estamos soltando venganza.

Cuando hablamos mal de alguien, es porque aquel alguien nos hizo mal. Cuando deseamos el mal al otro, es porque aquel otro, de alguna forma, nos molesta. Si alguien me molesta, no me hace bien, si alguien me perjudico, deseo mal, o si hay personas que, realmente, me quieren mal, yo necesito dar lo que tengo de mejor para ellos.

A quien no nos quiere bien, a quien nos hizo el mal y nos perjudico, nosotros tenemos una respuesta: amor de Dios en nuestros corazones

El mejor que tengo es el amor de Dios que esta en mí. Yo no tengo enemigos, pero yo tengo seguridad que hay personas que no me quieren. ¿Qué tengo para dar para ellas? Mi amor.

El amor tiene que ser algo verdadero y concreto, porque, incluso, el amor nos protege y nos fortalece, por eso la Palabra de Dios es orden: hacer el bien a quien tiene odio. Y nosotros, muchas veces, tenemos aquel deseo hasta hacer el mal para alguien. Solo el hecho de hablar mal de una persona ya estamos haciendo mal. En mis oraciones, yo rezo por quien no me quiere bien, por quien ya me perjudico, por quien me perjudica, aún de no perder mucho tiempo con eso.

Necesitamos ser concretos en nuestra espiritualidad, y la espiritualidad del seguidor de Jesús es la espiritualidad del amor, pero no es un amor reservado a las personas que están a nuestro alrededor y con las cuales tenemos afinidad. El amor es para con todos.

Es verdad que podemos nutrir afectos mucho más sublimes por quien es más cercano de nosotros, pero no podemos negar nuestro amor a los demás que nos amaran, porque el amor de Dios esta en nosotros.

No es fácil amar, porque el amor es un desafió. Sin embargo, él es la mayor respuesta de nuestra fe. No hay fe sin amor, y el amor que no es nutrido por la fe, luego se desanima, se convierte un amor hipócrita, porque la fe inyecta en nosotros el don del amor a los enemigos. A quien no nos quiere bien, a quien nos hizo el mal y nos perjudico, con quien no convivimos muy bien, nosotros tenemos una respuesta: el amor de Dios en nuestro corazón.

Recemos y practiquemos el amor.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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