08 Mar 2019

Hagamos ayuno dedicándonos a la gracia de la oración y de la caridad

El ayuno tiene un significado purificador y renovador

Ustedes ayunan entre peleas y contiendas, y golpean con maldad. No es con esta clase de ayunos que lograrán que se escuchen sus voces allá arriba. ¿Cómo debe ser el ayuno que me gusta, o el día en que el hombre se humilla? ¿Acaso se trata nada más que de doblar la cabeza como un junco o de acostarse sobre sacos y ceniza? ¿A eso llamas ayuno y día agradable a Yavé?” (Is 58, 4-5).

Hace parte de las practicas penitenciales del tiempo de la Cuaresma y de la vida de un cristiano: la practica del ayuno. Él es una excelente mortificación para el alma, para el cuerpo y para el Espíritu. Él es una respuesta que damos a la esclavitud de los placeres que, muchas veces, vivimos en la sociedad; incluso, el placer de comer, de los sentidos y así por delante.

Ayunar es poner un freno en nuestro apetito que, por veces, se convirtieron inmoderados; es aún una forma de moderación interior.

Ahora, si llevamos el ayuno solo como sacrificio para la fe, él no tendrá ningún valor. El sacrificio por el sacrificio es solo un sacrificio. Personas que ayunan porque quieren delgazar y estar bien de salud es otra cosa. Ya, aquí, hablamos del ayuno en su dimensión espiritual, como forma de oración y de relación con Dios.

Es la dádiva que ofrecemos a Dios. Así como ofrecemos a Dios nuestra vida, ahora ofrecemos a Él nuestro corazón, nuestras inclinaciones; ofrecemos nuestro “apetito” de vida para Dios. Por eso, el ayuno debe ser hecho no solo dejando de hacer una comida, e sí ofrecernos a Dios.

Ayunar tiene su significado purificador y renovador. Mira bien, en la Primera Lectura que escuchamos hoy, Isaías nos dice: “¿Ese es el ayuno que me agrada? ¿Pasar un día mortificándose? Siendo que, en este día, tu promueves peleas, falta de comprensión y conflictos”

El ayuno es para purificarnos de los conflictos no solucionados dentro de nosotros, y no son pocos. Muchas veces, no peleamos externamente con el otro, pero dentro de nosotros tenemos muchas cosas mal solucionadas unos con los demás. Ayunar es el remedio para purificarnos de nuestro orgullo y de nuestra soberbia. Es el remedio para ponernos en la vía de la humidad; ayudarnos a reconocer donde necesitamos mejorar, rever, donde, de hecho, necesitamos dialogar y, especialmente, escuchar.

El ayuno es para “frenar” nuestro orgullo y nuestros descontrole interiores. Entonces, espiritualmente, tiene un valor muy sagrado. Hagamos ayuno hoy y en los días de la Cuaresma (que son posibles a nosotros) con este espíritu, gracia: dedicarnos a la oración para purificarnos de lo que tanto necesitamos.

Por otro lado, el ayuno es siempre conectado a la caridad. Reza, lo que dejamos de comer, simplemente no dejamos por nosotros mismos, porque necesitamos recordarnos, recordarnos y tomar consciencia de aquello que no tiene lo que comer. Existen personas que ayunan todos los días de la vida, pero son incapaces de ayudaren a un pobre, un hambriento. La carne que dejamos de comer hoy, es la carne con la cual podemos alimentar quien no la tiene casi ningún día de la vida.

El ayuno es para encender, en nosotros, la lampada de la caridad que, muchas veces, esta apagada, porque estamos preocupados solo con nuestras cosas.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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