04 Jan 2020

Expulsemos la acción del maligno de nuestra vida

“En cambio quienes pecan son del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio. Para esto se ha manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del Diablo” (1 Jn 3,8)

No necesitamos tener duda, el diablo es el rebelde, es aquel que se rebelo y se rebela contra Dios, haciendo lo que desagrada a Él. Nada es más desagradable a los ojos de Dios que el pecado.

En el comienzo, el diablo peco, y su acción en el mundo y en nuestra vida es también seducirnos para sernos pecadores. Él lanza el pecado en nosotros, nos tira en el pecado y quiere que permanezcamos pecadores; y, muchas veces, nos conformamos diciendo: “Yo soy pecador”.

Somos pecadores, pero Jesús vino para liberarnos del pecado. No podemos permanecer en el maligno, no podemos conforma con el pecado, no podemos conformar con la suciedad del mundo ni permitir que esta suciedad este dentro de nosotros, porque todo pecado es iniquidad, suciedad, asquerosidad y mal; todo pecado viene para confundirnos los pensamiento, los sentimientos, el alma y las relaciones, por eso necesitamos romper con el pecado.

Romper con el pecado es romper con el diablo, autor y principio de todo mal. No podemos tener comunión con él. Podemos decir así: “Yo nunca he invocado mal. Nunca he invocado el diablo”. Que bueno que no invocamos, pero nuestras acciones están hay, y estamos practicando, imitando el diablo. Él es el padre de la mentira y, muchas veces, estamos mintiendo. El es el padre del mal, y estamos practicando el mal. Él siembra el mal, y nosotros permitimos que el mal entre en nosotros.

Rompa con el pecado, expulse de tu vida la acción del maligno, hable no al maligno

La Palabra dijo que todo que nace de Dios no comete pecado, porque la semilla de Dios queda en él y ella destruye el pecado en nosotros. Lo que necesitamos para permanecer en la gracia y vencer el pecado es permanecer en Dios.

Rompa con el pecado, expulse de tu vida la acción del maligno, diga no al maligno, hable no al pecado, hable no al autor del pecado. Diga sí, todos los días, a Dios, a Su Palabra, al amor, a la gracia divina.

No podemos ser indiferentes o usarnos a la gracia de Dios solo cuando estamos en peligro. La gracia del Señor es para sucumbir en el peligro del pecado, porque ella nos previne, nos reguarda y guía.

La gracia de la Eucaristía, la gracia del sacramento de la confesión, de la oración, de la intercesión, la gracia de la meditación de la Palabra de Dios, a cada día, son los remedios que necesitamos para combatir el pecado en nuestra vida, para que la semilla de la Palabra crezca en nosotros para destruir el poder del maligno.

Permanezcamos en Dios, porque Él permanece en nosotros para combatir el mal y el pecado.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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