04 Aug 2021

Es por la fe que rescatamos los nuestros

“Una mujer cananea, que llegaba de ese territorio, empezó a gritar: “¡Señor, hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está atormentada por un demonio” (Mt 15, 22).

Aquí esta el grito de una madre, esta mujer cananea son las madres que están clamando, que están rezando, que están gritando más allá del fondo del alma por sus hijos. No son las madres desesperadas, son las madres que no tiene donde recurrir y saben que necesitan recurrir, con insistencia, al Señor Nuestro Dios, por hijos que sufren; sean los hijos que sufren las enfermedades del cotidiano, sufren con la fiebre, sufren con ese dolor. Pero hay un dolor más profundo que están robando nuestros hijos, porque los demonios están atormentando nuestros hijos, están agonizando los nuestros, sembrando confusión, sembrando muchas cosas impuras y maldosas.

El espíritu de la desobediencia y de la rebeldía ha tomado y atormentado el corazón de nuestros hijos en los tiempos en que nosotros vivimos. El grito de esta madre cananeia es el grito de las madres que están clamando por la salvación de sus hijos, para que sus hijos sean guardados, para que estén protegidos pero, por encima de todo, para que sus hijos estén libertos del poder del mal.

Alimente tu fe, crezca en la fe porque es por la fe que vamos salvar los nuestros

Es verdad que el grito de esta mujer causó sorpresa en Jesús y en los discípulos, porque esta mujer no era cananea; y Jesús vino primero para los Suyos, como Él dijo: “Yo fui enviado para las ovejas perdidas de la casa de Israel”, y ella no era de la casa de Israel, como vimos ella era una cananeia. Ella representa todas las madres de la sociedad, las que creen en Dios, las que no participan… Por fin, toda madre es una hija de Dios y toda madre sufre con sus hijos.

Por eso, la ayuda de nuestras madres, la ayuda de nuestros padres se llama Jesús. Los discípulos quieren despedir aquella mujer, pero Jesús da atención a ella y cuestiona, incluso, la insistencia de ella. “Pero yo fui enviado sino a las ovejas de la casa de Israel y no queda bien quitar el pan de los hijos para sanar los perros”. Disculpe, no entienda equivocado, es que “perros” era la forma incluso amorosa con que los judíos trataban los pueblos paganos. Entonces, ¿se necesito primero cuidar de la casa, como es que voy quitar el pan de la casa para dar a los perros?

¡Que belleza la fe de esta mujer! “Señor, pero los cachorros comen las migajas que caen de la mesa de sus dueños. Si no puede darme el pan, dame las migajas. Necesito de su gracia porque sin su gracia, sin su acción, sin su intervención; ¿qué va ser de mis hijos?

Delante del tamaño de la fe de aquella mujer, Jesús dijo: “Mujer, grande es tu fe, sea hecha como tu quieres”. No pierdas la fe, no desanimes delante de las adversidades, de las dificultades, de las tribulaciones todas, por el contrario, sane tu fe, alimente tu fe, crezca en la fe porque es por la fe que vamos salvar los nuestros, es la fe de los nuestros hijos que necesitamos rescatar y solo vamos rescatar si quedamos seguros en la fe.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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