12 Sep 2021

Dios transforma todo nuestro sufrimiento en salvación

“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mc 8, 34).

En el relato del Evangelio de hoy, Jesús comienza preguntando quien Él es para los hombres. Ven muchas respuestas, pero, mismo Pedro respondiendo que Jesús es el Mesias, Él es el enviado de Dios, Jesús prohibe de hablar para los demás, así lo hace también con Sus discípulos, porque Jesús quiere que ellos entiendan quien es el Mesías.

El Mesias no es solo aquel que ellos tiene en la cabeza: el Señor glorioso. El Mesias es el siervo sufridor, es aquel que va llevar la cruz de la humanidad, va ser rechazado por los hombres, va ser despreciado, muerto, sepultado, pero, en el tercer día, Él va resucitar.

Cuando Jesús anuncia toda Su Vía Crucis, todo el drama que Él va pasar, el rechazo que Él va sufrir de los hombres, Pedro toma parte y lo reprende: “El Señor no va pasar por eso”. Lo que Pedro esta haciendo es negar la cruz, es no querer asumir Cristo en su totalidad. Por eso, Jesús lo reprende: “¡Apártate de mí, satanás! Porque tus pensamientos no son de Dios, pero de los hombres”.

Así como Pedro recibió de Dios la gracia de proclamar que Jesús es el Señor, que Jesús es el Mesias, al mismo tiempo, él esta siendo influenciado por los pensamientos mundanos y diabólicos, no quiere aceptar el sufrimiento como condición de existencia humana.

El problema no es sufrir, es sufrir sin sentido y no sabemos transformar el sufrimiento en redención y salvación

Negar el sufrimiento es negar la existencia, es negar la vida, es simplemente vivir una vida ilusoria. El sufrimiento es inherente a la existencia humana. Vivir es sufrir, no es que la vida tiene que ser sufrimiento por el sufrimiento, pero es que nosotros necesitamos dar sentido al sufrimiento y saber que en la vida pasamos por ellos.

Se ilude quien habla para los demás que quien esta en Dios no sufre. Quien esta en Dios sufre con Dios, sufre en la compañia de Él tiene el consuelo y la gracia de Dios, pero decir que no sufrimos es engañar las personas.

Dios no quiere que vivamos en el sufrimiento, pero es necesario que abracemos nuestra cruz de cada día, abracemos nuestra vida con todas las consecuencias que ella tiene. “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo”, dijo Jesús. Reunicia esa visión humana, egoísta, orgullosa y soberbia de que la vida es solo ventajas; y no queremos abrazar los dramas, los sufrimientos y las luchas que nosotros tenemos en esta vida.

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Muchas luchas son duras, causan sufrimiento interior, pero son sufrimientos que nos hace madurar, que nos levantan porque Dios sufre con nosotros, Él camina con nosotros. “Que cargue con su cruz y me siga”, sin la cruz no conseguimos seguir Cristo, porque Él es el Cristo Crucificado.

Queremos solo la gloria, queremos solo la exaltación, queremos solo los aplausos y reconocimiento. Ese Cristo y ese cristianismo no son de Jesús, el Hijo de Dios. Es la deturpación del Evangelio, es el engaño diabólico que entro en el corazón de Pedro y Jesús reprendió.

Necesitamos reprender el cristianismo de los día de hoy, que habla que no hay sufrimiento y dolor. Estamos renegando los enfermos, los sufridos de la humanidad; tenemos que cuidar, madurar y abrazar, porque va llegar na momento que la enfermedad viene, la muerte viene; y, con todo eso, en Cristo, somos más que vencedores, porque en Cristo nosotros damos un sentido a todo que pasamos y sufrimos. El problema no es sufrir, es sufrir sin sentido y no sabernos transformar el sufrimiento en redención y salvación, como fue el sufrimiento y la Pasión de Cristo, salvadora y redentora, para toda la humanidad.

¡Dios te bendiga!

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