20 Jul 2020

Dios se hace presente en el corazón humilde y sincero

“Esta raza perversa y adúltera pide una señal, pero solamente se le dará la señal del profeta Jonás” (Mt 12, 39).

¡Que triste la generación que es perversa y adultera! Una generación que es guiada por aquello que es malo: malos comportamientos, malos ejemplos y, especialmente, una generación que no se abre para el bien y para la gracia.

Jesús esta hablando de Su generación, y la generación de Él se extiende por nosotros, porque, muchas veces, somos una generación muy mala, muy indiferente. Esta generación se opone tanto para gracia de Dios que vive el verdadero adulterio espiritual o el adulterio de la gracia.

No correspondemos a la fidelidad de aquello que nosotros mismo creemos, que es la Palabra de Dios en nosotros, y vivimos profundas contradicciones. Hablamos del amor, pero promovemos el odio; queremos acoger, pero dispersamos. Es decir, no basta ser una generación que cree en Jesús, que frecuenta la Iglesia y conoce las Leyes y los Mandamientos. Es necesario convertirse del mal que, muchas veces, permea nuestro corazón.

La maldad mayor es no reconocer la gracia de Dios presente en nuestro medio. Las personas viven buscando señales y la señal es, generalmente, lo que Dios nos da y nos concede, lo que veo y toco. Convierta su corazón, porque el Reino de Dios no es lo que vemos, en el sentido material, que los ojos pueden ver.

Cuanto más simple, humilde y silencioso es el corazón, más él tocara en el Reino de Dios

El Reino de Dios es vivir con profundidad nuestra dimensión espiritual, es encontrar la presencia de Dios en todas las cosas, incluso en las cosas negativas que, muchas veces, ocurren a nosotros y no sabemos leer y ver, no sabemos percibir donde la Palabra de Dios quiere guiarnos.

Muchas veces, instrumentalizamos Dios y la Palabra de Él en favor de nuestros intereses. La primera cosa: el silencio de Dios para calmar nuestros ruidos y nuestras inquietudes. ¿Quieres encontrar la voluntad de Dios? Silencie el alma y el corazón.

La segunda cosa: Dios se hace presente en aquel que busca a Él de corazón sincero y humilde. Cuantas manifestaciones amorosas de Dios en nuestro medio, pero los humildes de corazón es que pueden tocar y ver.

La tercera cosa: no nos convertimos aquellas personas que viven de propaganda, de propagar que vio eso y aquello. No vemos nada, no vemos el ángel parecer, Nuestra Señora parecer. No viva de estas ilusiones.

Aquello que Jesús dijo a Tome es necesario que sea dicho a nosotros a cada día: “Felices los que creen sin haber visto! (Jn, 20, 29). Vemos Dios en nuestro medio por las señales de la gracia y del amor, por la pasión del Reino y no por ilusiones y fantasías que muchos crían para mantener personas dependientes y teleguiado.

El Reino de Dios es muy simples, y él ocurre en la Palabra de Dios, en los Sacramentos y, obvio, en las personas que buscan tener una vida mística de oración, pero sin llevar las cosas para el espectáculos, porque Dios es simples. Cuanto más simples, humilde y silencioso es el corazón, más tocara en el Reino de Dios.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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