10 Jan 2020

Dejémonos guiar por la unción de Cristo

“Tres son, pues, los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres coinciden en lo mismo” (1Jn 5,7)

Es importante mirar lo que la Palabra de Dios nos esta diciendo porque fuimos guiados en Cristo. Jesucristo nos dio Su unción porque Él es el ungido del Padre, y son tres que testimonian la unción de Dios en nosotros.

El primer es obvio: el propio Espíritu Santo, el Espíritu que fue derramado en nuestra alma, en nuestro corazón, que nos fue dado cuando fuimos bautizados. El sello del Espíritu esta en nuestro pecho, esta en nuestra alma, en nuestro corazón y en nuestra mente. El Espíritu de Dios esta en nosotros, necesitamos dar la vida a ese Espíritu que esta en nosotros y no podemos quitar la acción de Él en nosotros. El Espíritu nos lleva a testimoniar, a proclamar y amar.

Si no estamos proclamando y anunciando a Jesús, si no estamos amando unos a otros es porque no estamos dejando ser guiados por la unción que recibimos del Espíritu. La forma de ese Espíritu guiarnos es por el agua y por la sangre, el agua que nos lavo en el Espíritu. No fue simplemente un ritual simbólico, aquella agua nos lavo y no purifico para sernos todos de Dios.

Cristo nos dio Su unción porque Él es ungido del Padre, y son tres que testimonian la unción de Dios en nosotros

Necesitamos siempre volver a las aguas bautismal simbolizadas, en la pila bautismal de nuestra Iglesia, pero también sacramental en el sacramento de la confesión y en todos los momentos en que participamos de purificación y regeneración del alma.

El agua es siempre para nosotros la vitalidad y el robustecer del alma en Dios. No podemos permanecer sucios, no podemos permanecer en el pecado, por eso, el Espíritu esta lavándonos; y necesitamos constantemente lavarnos.

Otro testimonio fue dado por la sangre de Cristo Jesús. Él dijo: Padre, en tus manos Yo entrego mi Espíritu”, de Tu lado abierto sale sangre y agua del bautismo. La sangre es el propio Cristo porque el sangre es la vida, por eso, la Eucaristía es el sacramento del cuerpo y sangre del Señor.

En el pensamiento y, especialmente, en la teología bíblica, la sangre representa toda la vida humana. Cuando dijo que Él derramo Su Sangre, dijo que Él derramo toda Tu vida, todo Su amor por nosotros.

El sangre de Jesús es el alimento de nuestra vida. Cuando recibimos en la Eucaristía el cuerpo del Señor, recibimos la vida del Señor en nosotros. Necesitamos dejar que la vida de Cristo este en nosotros, dejar que la vida de Él este cultivada en nosotros.

¡Como necesitamos vivir en Cristo para que Él viva en nosotros! ¡Como necesitamos realmente sumergir en el sangre de Jesús! La sangre que circula en nosotros es aquel que nos da la vida, la sangre que nos lleva a tener vigor, vitalidad, responsabilidad e impulso. La sangre que nos retiene, que nos lleva a tener rencor, rabia, miedo, pavor, la sangre hierve dentro de nosotros, la sangre se calma dentro de nosotros.

Necesitamos del sangre de Jesús en nosotros, de la vida de Él en nosotros para senos impulsados por esa sangre para darnos nuestra vida y nuestra sangre por amor a Dios.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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