15 Sep 2020

Ponemos en el regazo de la virgen Maria nuestros dolores 

“Proximo a la cruz de Jesus estaban de pié su madre, la hermana de su madre, Maria de Cleofas, y Maria Magdalena” (Mateo 19,25)

 

Hoy celebramos a Nuestra Señora de los Dolores. La señora de los dolores, la virgen María es aquella que acompaña a su hijo en todos los momentos. No piense que el dolor de Maria se resumen apenas al momento de la Cruz cuando su hijo fue clavado. 

Sí, generar la vida de Jesús fue una alegría plena para Maria, también significa dolores. Desde el momento en que ella concibió hasta la incomprensión de Jesé, la persecución que el niño sufrió luego en el nacimiento – primeramente, por no tener un lugar para nacer, después que nació, por tener que huir para el Egipto, porque Herodes quería matarlo. El dolor de la incomprensión cuando el niño se perdió en el templo.

Los dolores de Maria, por supuesto, no son dolores que significan negación o distancia de Dios, por lo contrario, son dolores redentores y salvadoras. Los dolores de Maria son nuestros dolores asumidos y llevados por la gracia de Dios. Por eso, ninguno de nosotros sufre solo, Dios sufre y camina conozco, está en nuestra vuelta. La cruz y la dolor no son negación de Dios, pero las presencias de Él los momentos más delicados y difíciles de nuestra vida, para tenemos la certeza de que no estamos solos. 

Maria guardaba todas las cosas en su corazón y vivía con intensidad hasta a lo que no comprendía, porque todo llevaba para el corazón de Dios. 

Maria camina con nosotros, está a nuestra vuelta, en nuestras dolores, en la vía sacra de nuestra vida. 

No estamos solos en nuestros dolores y sufrimientos, de forma alguna, y no sufrimos porque Dios no está con nosotros. Podremos hasta estar lejos de Dios, por opción, por falta de comprensión o humildad, pero Dios nunca nos deja solos, jamás sufrimos solos.

Jamás estamos solos, porque tenemos esta madre dolorosa, aquella que está a los pies de la cruz mirando cada gota de sangre de su hijo ser derramado. Entonces derramó en el suelo, en las calles de Jerusalén cuando Él fue maltratado y rechazado. Allí estaba el corazón de madre, pulsando, pero ella estaba firme a los pies de la cruz al acompañar toda la vía sacra y la pasión de su hijo. 

Ella camina con nosotros, está en nuestra vuelta, en nuestros dolores, en la vía sacra de nuestra vida, en las incomprensiones y en todo aquello que pasamos. La virgen silenciosa no está conformada con el dolor, pero sabe poner en el corazón de Dios todo aquello que nos hace sufrir, pero, muchas veces, no comprendemos. 

Ponemos en el regazo de Maria el dolor de cada dia, nuestra agonía, porque ella sufre y camina con nosotros, y quiere con nosotros también llevar todo al regazo del padre. 

 

Nuestra Señora de las dolores, ruega por nosotros. 

Dios te bendiga! 

 

Pai das Misericórdias

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