24 Sep 2021

Abracemos nuestro sufrimiento de cada día

“El hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. (Lc 9, 22).

Jesús esta retirado con Sus discípulos, y es para ellos que Jesús pregunta: “¿Quién el pueblo habla que soy?”. Porque, una vez, que la presencia de Jesús es notoria, todos hablan de Él, pero, ¿qué el pueblo habla sobre Él? Por supuesto que, quien no conoce la identidad, quien no conoce con profundidad cra sus propias identidades, sus propios conceptos y, muchas veces, los propios rótulos.

Cuando conozco alguna cosa de forma superficial, analizo la superficie y hablo de aquello que de superficial estoy viendo. Muchos no conocer la identidad de JEsús, sea en la época de JEsús o en los días de hoy; y, por eso, dicen que Jesús es Juan Bautista, otros dicen que Jesús es Elias, otros. talvez, que es alguno de los profetas que esta aquí, que Dios mando de vuelta porque él realiza cosas maravillosas.

¡Todo bien! El pueblo se encuentra con Jesús en ocasiones especiales, el pueblo encuentra con Jesús cuando de Él consigue gracias. “¿Y ustedes que conviven conmigo, comen conmigo, están en el día a día conmigo, para ustedes quien soy?”, esta preguntando el propio Jesús. Esta misma pregunta Él esta haciendo a mí y a tí, nosotros que comemos y bebemos con el Señor, nosotros que comemos el Cuerpo del Señor, bebemos el Sangre del Señor, nosotros que escuchamos la Palabra del Señor, nosotros que denominamos seguidores y discípulos del Señor. ¿Quién es Jesús?

Si no miramos para el Cristo sofredor, nosotros también no abrazamos nuestros sufrimientos

Pedro respondió sobre su identidad mesiánica “¡Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo! Tu eres el Cristo de Dios” (Mateus 16, 16). Cuando Jesús prohibe Pedro de decir eso a los demás, no es porque Pedro estaba equivocado, pero es que Pedro comprendió quien era, pero no comprendió el significado profundo que, verdaderamente, consiste ser el Mesías, el Cristo.

Muchos de nosotros también tenemos una visión ingenua de Jesús. Es verdad Jesús es mi Señor, es mi Salvador, es mi redentor, Jesús es el amor de mi vida. Son respuestas que nosotros damos a partir de la experiencia que de Él conocemos, pero no podemos dejar de decir que Él es el Cristo Crucificado y Resucitado.

Algunos quieren solo predicar el Cristo glorioso, pero necesitamos anunciar y predicar el Cristo siervo, sofredor. Cuando ponemos en nuestras iglesias la imagen del Crucificado, en nuestras casas, en nuestras familias, no es para exaltar el sufrimientos, es para exaltar el Dios sofredor que asume todos los sufrimientos y dolores de la humanidad. Es para tomarnos ciencia de que asume todas las debilidades humanas.

Si no miramos para el Cristo sofredor, nosotros también no abrazamos nuestros sufrimientos. Si no miramos para las debilidades de Cristo Crucificado, no abrazamos nuestras propias debilidades, porque queremos vivir solo la ilusión de la gloria sin pasar por la Vía-Sacra, sin pasar por la cruz de la existencia nuestra de cada día. Queremos rechazar el sufrimientos de los sufridores, no queremos abrazar la vida como ella es. No hay gloria, no hay Cristo glorioso sin abrazarnos el Cristo sofredor; no hay gloria para nuestra vida, si no abrazarnos nuestra cruz y nuestro sufrimientos de cada día.

Jesucristo es el Señor, pero Él es el siervo sofredor que resucito por amor y que nos enseña, a cada día, llevarnos nuestra cruz.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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