21 Nov 2019

A partir del bautismo, nace nuestra misión

“¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”. Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Estos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mateo 12, 48-50)

La gracia en el día de hoy es la de celebrar la Presentación de la Virgen en el Templo. Sus padres, Ana y Joaquín, eran personas no solo muy religiosas, también eran personas temientes de Dios, cumplían las leyes y los preceptos judaicos, pero ellos sabían que tenían una perla muy preciosa.

Todo hijo es una perla, es una gracia única, pero aquí Ella fue reservada por Dios, escogida por ÉL para una misión muy especial, para una misión única, singular. Es por eso que los padres de la Virgen la llevaran al templo, no solo para cumplir el precepto o lo que prescribe la ley judaica, sino para ofrecerla a Dios para que Él realizara con ello lo que deseara de mejor.

Como María fue presentada cuando todavía era niña para ser de Dios, necesito decir: presentemos nuestros hijos a Dios. Todos nosotros fuimos llevados al bautismo para ser ofertados, consagrados y entregados a Dios.

El bautismo es nuestra primera presentación, es nuestra gran consagración, es nuestra unción fundamental para la vida

Que gracia sublime, tal vez, algunos no entiendan por qué en la Iglesia Católica se bautiza a los niños cuando pequeños. Porque los niños son  dones de Dios. Así como María fue llevada de niña para ser presentada, así como Jesús después de cuarenta días de nacido fue presentado también al Padre, el bautismo es nuestra primera presentación, es nuestra gran consagración, es nuestra unción fundamental para la vida.

Es a partir de nuestro bautismo que nace nuestra misión. María sabe cuál era su misión, fue tomando consciencia de ello día a día, pero la misión fue creciendo en ella desde pequeña.

Permíteme decirte: “No esperes a que tus hijos crezcan para que decidan sin van a ser de Dios o no, si van asumir eso o no. La semilla es plantada ya en el vientre de la madre y necesita ser cultivada cada día para que la gracia crezca”. Porque no fue solo Jesús quien creció en estatura, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres; María también creció así, entonces, Ella creció en estatura y sabiduría. Ella creció en estatura y sabiduría. Ella creció cada día en el temor y en la obediencia a Dios, y no podemos criar a nuestros hijos si no es de esta manera: obedientes y temientes a Dios, creciendo en estatura y sabiduría, creciendo en la intimidad con Él.

Sabemos que la intimidad se crea en el seno familiar, no hay nada más íntimo que nuestra familia, no hay nada más íntimo que nuestra casa, que donde estamos y convivimos.

Que estés en tu casa, en tu familia creciendo como familia y criando a tus hijos para que sean íntimos de Dios, así crearon Ana y Joaquín a la Virgen María; y ella creció siendo sierva de Dios.

Criemos a nuestros hijos para que, independiente de la misión que ejercerán en el mundo, trabajando aquí o allá, sean hombres y mujeres temientes a Dios, pero eso comienza en la cuna, cuando presentamos a Dios a nuestros hijos día a día.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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