09 Jul 2018

Nuestra fe conmueve el corazón de Jesús

El problema no son las situaciones de desespero de la vida, pero el corazón que tiene más desespero que fe

“Animo, hija; tu fe te ha salvado.» Y desde aquel momento, la mujer quedó sana” (Mt 9, 22).

Miremos, hoy, dos personajes que se acercan de Jesús, no desesperados, pero creyendo en Él. Aquí esta una diferencia, porque hay situaciones de nuestra vida que son desesperadas.

Un padre de familia estaba viendo a su hija prácticamente muerta, y él tenía dos opciones a hacer: quedar llorando, lamentando, porque a su hija estaba prácticamente muerta, o poner para fuera su fe. Como era un hombre de fe, ese jefe de la sinagoga fue atrás de Jesús: “Jesús, impone tu mano sobre ella, y yo creo que ella volverá a la vida”. El Señor se compadeció de este padre, y, al mismo tiempo, se conmovió con el tamaño de su fe. La situación era de desesperar, pero aquel corazón no estaba desesperado, estaba confiando en Dios.

Pasamos por muchas situaciones de desespero en nuestra vida, hay muchas situaciones que parecen calamidades y otras que no son tan graves, pero somos personas desesperadas y transformamos cosas pequeñas en devastadoras. A veces, es como dice el dictado: hacemos tempestad en vaso de agua.

El problema no son las situaciones de desespero de la vida, pero el corazón que tiene más desespero que fe.

¡Esta mujer sufría de un flujo de sangre hace 12 años, era para ella estar desanimada, depresiva, quejándose de la vida, estar contra Dios! Pero ella no hizo eso, porque no podía acercarse de los demás, debido la situación en que ella se encontraba. Ella rompió barreras y multitudes, se acercó para tocar Jesús, porque su fe era mayor que cualquier cosa.

Nuestra fe nos salva; el desespero nos pierde. Por eso, pongámonos nuestra confianza siempre en el Señor. No permitamos que nuestro corazón se entregue a cualquier tentación de desespero, por más difícil que sea la situación.

No quitemos del Señor nuestra mirada. Nosotros nos perdimos en muchas situaciones de la vida, porque miremos para las calamidades, para las situaciones complicadas, pero no miremos para el Señor, aquel que nos guía, que nos conduce por las manos y nos libera de todas las tribulaciones.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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