04 Nov 2021

Nuestra conversión alegra el corazón de Dios

“Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse” (Lc 15, 7).

La alegría del corazón de Dios es nuestra conversión, y el Cielo hace fiesta por cada pecador que se convierte, el Cielo hace mucha fiesta cuando desistimos del pecado. ¡Mismo pensando que somos justos, mismo estando en los caminos del Señor, cuantas veces viene a nosotros la tentación del pecado! Entonces, cada vez que desistimos del pecado, cada vez que no seguimos su camino, estamos viviendo la conversión, porque ella es diaria.

Malo es aquel que cree que ya es plenamente convertido y descansa, no se cuida, esta viviendo de una forma ciega porque cree: “Yo ya voy a la iglesia”, “Yo ya rezo”, “Yo cumplo mis deberes”…. Pero no me doy cuenta de los pecados que se acumulan alrededor de mi y no consigo verlos. Especialmente, porque el pecado del orgullo y de la soberbia es muy pernicioso, engañan la visión y la óptica interior de cada uno de nosotros. Por eso, la dirección del Evangelio de hoy es justamente sobre los publicanos y los pecadores que acercan de JEsús para escuchar a Él, mientras los fariseos, los maestros de la Ley, los religioso se sienten ya santos, mejores que los demás, conocen la Ley de Dios, practica los mandamientos. Ellos no paran para escuchar Jesús: ellos, en realidad, critican Jesús.

Que yo pueda alegrar el corazón de Dios y experimentar la verdadera alegría en mi corazón

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¿Quién vive un proceso de conversión autentico? Es aquel que para escuchar el Señor en el fondo de su alma y de su corazón, es aquel que deja Dios guiar, iluminar, seguir, corregir y exhortar a sí propio. El contrario es aquel que vive corrigiendo los demás, vive exhortando los demás, pero no exhorta y no corrige a si propio ni se deja ser exhortado y corregido por Dios ni por nadie, porque la soberbia y el orgullo son tan grande, que la persona ya piensa que esta en las altura con Dios.

La alegría de Dios es por la oveja que estaba perdida y fue encontrada. La alegría es, muchas veces, tener que dejar de lado las 99 que parecen ya estar muy fuertes para buscar aquella que esta debilitada.

¡Cuantas veces nos encontramos debilitados, perdidos, engañados, desanimado y postrados! ¿Cuál es el problema de humildemente reconocer: “Señor, necesito de Ti. ¡Ayudame! ¡Levantame!”? Pero nuestra postura orgullosa y soberbia nos hace pensar que estamos siempre bien y qie tenemos que mostrar para los demás que somos siempre los mejores, que estamos siempre en las alturas.

¡Cuidado! Porque de la altura que estamos, la caída puede ser muy grande, por eso, a cada escalón de la vida, necesitamos subir agarrando en la mano de Dios y diciendo: “Conviérteme, Señor, del pequeño pecado que no estoy viendo, que esta me engañando, para que pueda realmente ser tu discípulo”.

Hay mucha alegría entre los ángeles de Dios casa vez que un pecador se convierte. Que pueda alegrar el corazón de Dios experimentar la verdadera alegría en mi corazón, dejando el pecado a cada día, y convirtiendome para ser un verdadero discípulo de Jesús.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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