13 Jan 2018

La gracia de Dios sana todos los corazones

Dios no hace distinción de personas; Él ama a todos, pero eleva el nivel de aquellos que fueron rebajados por el mundo

“Dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto? ¡Está comiendo con publicanos y pecadores!” (Mc 2, 16).

Algunas personas estaban escandalizadas con el hecho de Jesús comer con los cobradores de impuestos y pecadores. Toda la multitud iba al encuentro de Jesús y Él enseñaba para todos que querían escucharlo.

La Palabra de Dios viene para todos los corazones, sin distinción de pobres, ricos, bonitos o otra consideración. Dios no hace distinción de personas; Él ama a todos, pero eleva el nivel de aquellos que fueron rebajados por el mundo y por la sociedad.

Los pobres fueron rebajados y, muchas veces, rebajados a una situación de pobreza y humillación social, en las cuales ellos no tiene lugar y espacio en la sociedad, son vistos como indigentes cuando, en realidad, somos amados, queridos y tan hijos de Dios como cualquier otra persona. Por eso, Jesús se acerca de los pobres.

Los pecadores, en el concepto de la religión de la epoca, eran dejados de lado, nadie quería mirar para ellos. Ellos no tenían espacio en la sociedad, como si todos no fuesen pecadores.

Es que delante del pecado es más fácil cada uno mirar el pecado de los demás. La lógica de mentalidad humana es reducir nuestros pecados, hacer del pecado algo considerable: “Ni se compara al pecado de mi vecino”. Y, viviendo de esta forma, nosotros vamos relativizando nuestro pecado de cada día, y vamos incriminando al otro, alejándose del otro, o queriendo que el otro no se acerque de Dios.

No podemos hacer así, porque Jesús nos deja de lado no porque Él quiere, es que debido a nuestro orgullo, nosotros que nos acercamos de Él. Mientras que, Él, va al encuentro de los pecadores, de aquellos que nadie quiere saber.

Jesús no corre de nosotros, por causa de nuestros pecados; la misericordia de Él es el remedio, el bálsamo, la cura, la liberación; es la restauración de una vida estropeada por el pecado, para que estas vidas sean redimidas, salvas, liberadas, transformadas y curadas.

Acerquémonos de Jesús, de la forma que somos, con nuestros pecados y debilidades, pero, no nos alejemos de aquellos que nosotros creemos que son los pecadores, que no merecen Dios, porque todos necesitan del Señor, con o sin méritos.

La gracia de Dios es para sanar todos los corazones, sin distinción de cualquier especie, o manera de encarar unos a otros. Necesitamos ser canal de gracia, de misericordia y no recriminar y ni distanciar las personas del corazón de Dios. Cuando distanciamos las personas de Dios, Él nos deja para ir al Encuentro de aquellos que nos alejamos de Él.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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