03 Feb 2021

La fe en Jesús renueva todas las cosas

“Jesús les dijo: Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su tierra, entre sus parientes y en su propia familia. Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos” (Mc 6,4-5).

La gran afirmación del Evangelio de hoy es justamente esta: que en Su casa, donde Él fue creado (Nazareth), Él no puede hacer milagro alguno.

La importancia de hacer milagro no es de Jesús, es de los suyos, de no acogieren la presencia amorosa de Jesús. Porque sus parientes pararan en su humanidad, solo miraran: “Él es un pariente nuestro”, “Él es de nuestra familia”, “¿Quién Él cree que es?”, y no dieran crédito a Jesús, pararan en la incredulidad de corazón y no se dejaran crecer en la fe y en la experiencia con el Señor Jesús. Y nosotros, muchas veces, paramos en nuestros raciocinios humanos.

Nos desprecie, de ninguna forma, la racionalidad, porque ella es un donde Dios, pero la racionalidad que no es iluminada ni alimentada por la fe se convierte irracional, porque ella no es engendrada por la gracia, no es iluminada por la fe.

Seamos discípulos de Jesús, para que, todos los días, toquemos en el milagro de la fe

Vamos convirtiéndonos personas desconfiadas, desanimadas, vivimos nuestra fe por vivir, vamos a la iglesia solo por ir. ¿Y por que? ¿Por qué ya crecemos así? ¿Por qué ya hacemos parte? ¡No! La fe es un don y una gracia, y todo don y gracia, necesitan ser alimentados, cultivados, necesitan abrirse para que Dios pueda actuar, porque, del contrario, también no vamos experimentar milagro algún en nuestra vida. Y el gran milagro de la vida se llama: fe.

No es la fe solo de creer que Dios existe, es la fe de creer que Dios puede y hace; es la fe de creer que yo me tiro en los brazos de Dios y Él cuida de mí. Fe de creer en la Palabra de Jesús, que Él es la Palabra y la Palabra de Él hace nueva todas las cosas.

No seamos como los parientes de Jesús, incrédulos y, por eso, no tocaran en la gracia, pero seamos discípulos de Jesús, formados en su escuela, sedientos de su amor y de su verdad, para que, todos los días, toquemos en el milagro de la fe; y la fe opera milagros en nuestra racionalidad e incredulidad.

Esta morosidad que todos nosotros tenemos dentro de nuestro propio ser es la fe que hace nuevas todas las cosas. Toquemos en Jesús porque Él quiere tocar en nosotros.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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