“En aquel tiempo, Jesús comenzó a censurar a las ciudades donde se había realizado la mayor parte de sus milagros, porque no se habían convertido: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se han hecho en vosotros se hubieran hecho en Tiro y Sidón, hace tiempo que habrían hecho penitencia, vestidas de sayal y cubiertas de ceniza»” (Mateo 11, 20-24).
Conversión profunda
El Evangelio de Mateo, capítulo 11, versículos 20 al 24, presenta a Jesús censurando a las ciudades que no se arrepintieron, a pesar de haber presenciado sus milagros.
Y Jesús aquí, en los versículos 20 y 24, muestra su censura a las ciudades impenitentes; es decir, Jesús critica a las ciudades que, a pesar de presenciar sus milagros, no se convirtieron.
Aquí está la gran dificultad, mis hermanos y hermanas, ante lo que Jesús realiza en medio de nosotros. La dureza del corazón que no se abre a la voluntad de Dios; es decir, Él las coloca en un lugar de mayor condenación que las ciudades históricas conocidas por su maldad, como Sodoma y Gomorra.
Hoy estamos conmemorando la memoria litúrgica de San Buenaventura, teólogo y filósofo que siempre enfatizó la responsabilidad ante la gracia divina, en sintonía con lo que el Evangelio nos está diciendo.
Ante lo que Dios realiza en nosotros, es necesario que nos convirtamos, que cambiemos de vida. Y San Buenaventura creía que la sabiduría de Dios revelada en Cristo llama a todos a la conversión.
¡Miren qué hermoso es el Evangelio que nos pide la conversión! Y también la espiritualidad de San Buenaventura, que habla de la sabiduría de Dios revelada en Cristo y nos llama a la conversión, al arrepentimiento. Para Buenaventura, quien recibe mayores gracias, como el propio testimonio de la Palabra de Dios, debe dar frutos de arrepentimiento y transformación.
Quien tiene una experiencia profunda de Dios necesita mostrarlo con su testimonio. Que nos arrepintamos y seamos transformados por la gracia de Dios.
El arrepentimiento, según San Buenaventura, es el camino de la verdadera conversión. Nadie llega a la conversión verdadera si no pasa por un arrepentimiento profundo.
Y termino diciendo lo siguiente: San Buenaventura nos dice que es por la vía del arrepentimiento, no como un simple remordimiento, sino como una transformación interior profunda que nos lleva a un nuevo modo de vida centrado en Cristo.
Quien se arrepiente y vive una sincera conversión necesita poner a Cristo como centro de su vida, para que así el reino de Dios acontezca también en la vida de aquellos que se encuentren con cada uno de nosotros. Porque verán por nuestro testimonio el arrepentimiento y la conversión verdadera.
Que San Buenaventura nos ayude e interceda para que podamos siempre estar abiertos a la gracia de Dios, y que Él nos bendiga en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. ¡Amén!