“Jesús se volvió hacia los discípulos y les dijo en privado: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis. Pues yo os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis y no pudieron verlo. Quisieron oír lo que vosotros oís, y no pudieron oírlo” (Lucas 10, 21-24).
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Los discípulos y la gracia de ver el Verbo encarnado
Hermanos y hermanas, estamos, en este martes, en tiempo de Adviento, y hoy me gustaría, antes de comenzar la reflexión, mandar un abrazo a todos los que nos acompañan desde Suiza. Y, según los datos de nuestras aplicaciones, sabemos que también hay tantas personas siguiéndonos desde Sudáfrica y Uruguay. Así que, Dios los bendiga a cada uno de ustedes.
Abramos nuestro corazón al anuncio de la Palabra, a esa Palabra que nos alcanza en este día. Hoy, vimos este texto en que los discípulos vieron, con la fe, el Verbo encarnado. Ellos vieron a Jesús allí, en persona, delante de ellos.
Modos diferentes de ver y vivir la presencia de Jesús
San Juan Crisóstomo nos recuerda que, de alguna forma, los profetas que Jesús menciona, vieron a Jesús y lo concibieron en la mente, pero los discípulos lo vieron personalmente. Los discípulos lo vieron en persona, el Verbo encarnado.
Nosotros no vemos a Jesús hoy, como los discípulos Lo vieron, pero ¿se dieron cuenta que Jesús no dijo así: “muchos profetas quisieron verme”? Jesús no dijo eso. Él dijo “quisieron ver lo que vosotros veis”. Algunas gracias están reservadas solo para algunos. “Lo que vosotros veis”, es decir, los discípulos vieron a Jesús allí.
Reconocer a Jesús en la Eucaristía y en la Palabra
Nosotros no Lo vimos encarnado, pero Lo vemos, todos los días, en la Eucaristía. Son formas diferentes de ver, son formas diferentes de vivir la experiencia, pero es el modo con el cual Jesús quiso manifestarse a nosotros. Y el modo con el cual Jesús quiere manifestarse a nosotros, también en esta homilía, es por medio de la Palabra.
Jesús está presente también en la Palabra, y que esta Palabra nos alcance y moldee, cambie nuestro corazón en este día.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!


