La advertencia de Jesús en el templo
“En aquel tiempo, algunas personas comentaban acerca del templo, que estaba adornado con hermosas piedras y con ofrendas votivas. Jesús dijo: “¿Admiráis estas cosas? Días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra” (Lucas 21,5-11).
Mirar para el esencial
Hermanos y hermanas míos, este texto, que ya nos fue presentado hace unos días, retoma esta reflexión porque, mientras algunos comentaban sobre el templo, sus adornos, sus hermosas piedras, Jesús parece querer quitar la ilusión a las personas y llamar su atención hacia aquello que, de hecho, tiene importancia. Muchas veces, nos perdemos, nos distraemos muy fácilmente, huimos de las cosas esenciales con gran facilidad. Pero Jesús quiere que nos fijemos en las cosas esenciales.
¡Cuántas distracciones tenemos en nuestro camino de fe! ¡Que el Señor purifique nuestro corazón de eso! Más que purificar, que Él nos dé el famoso “sacudón“.
Hay momentos en que necesitamos que alguien ponga nuestros pies bien en la tierra. Estamos tan acostumbrados a lo políticamente correcto, que acabamos siendo omisos en relación con muchas cosas.
Una vez despiertos del letargo de las ilusiones, aquellas personas escuchan a Jesús hablar sobre la destrucción del tiempo como una señal del fin que se acerca.
La curiosidad apocalíptica y el engaño
Lamentablemente, sale a la luz una curiosidad apocalíptica, que pone el énfasis en cuándo sucederá tal cosa y cuál será la señal para que eso ocurra. Jesús, inmediatamente, advierte mientras al engaño que muchos serán guiados a acoger a los falsos mesías que surgirán.
Pidamos al Espíritu Santo la capacidad de ver más allá de las apariencias, y que hagamos una lectura, en primer lugar, de nuestra historia, de cómo estamos viviendo, para luego leer los hechos de hoy con una visión espiritual y más sensata.
Por eso, Señor, danos Tu Espíritu Santo, para que no caminemos por ahí distraídos de aquello que sucede a nuestro alrededor, sino que tengamos una mirada atenta a las cosas más importantes, sobre todo aquellas que es sobre nosotros mismos.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!


