“Acudía a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán; y confesaban sus pecados y él los bautizaba en el río Jordán. Al ver que muchos fariseos y saduceos venían al bautismo, les dijo: ‘Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira inminente? Dad, pues, frutos dignos de conversión. No creáis que basta con decir ‘Tenemos por padre a Abraham’, porque os digo que Dios puede sacar hijos de Abraham de estas piedras’” (Mt 3, 1-12).
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Hermanos y hermanas, hoy es el segundo domingo de Adviento. Por tanto, dispongamos nuestro corazón para la gracia de Dios. Hoy, somos invitados a participar en la Santa Misa, individualmente o con toda la familia.
Invite también a su familia a participar, para que toquemos estas gracias propias de este tiempo que nos prepara para la celebración de la Navidad, para la celebración del nacimiento de Jesús.
En la liturgia, celebramos el nacimiento de Jesús, en la vigilia y después en el día de Navidad también, pero nuestro corazón también es preparado para la segunda venida de Jesús. Debemos, entonces, caminar en este mundo siempre en vigilancia, siempre en santidad de vida.
Juan el Bautista y el llamado a la conversión sincera
¡Esta es la gran invitación para nosotros en este domingo! Juan el Bautista clama, en el Evangelio que escuchamos, por el arrepentimiento y prepara el camino para Jesús.
Entonces, el Adviento nos llama a la conversión auténtica, preparando nuestros corazones para recibir a aquel que es nuestro Salvador, Jesús.
Preparamos nuestro corazón para recibir a Jesús no solo en Navidad, sino que también tenemos la gracia de recibirlo todos los días. Por ejemplo, si usted participa de la Eucaristía cotidianamente, usted puede recibir a Jesús; también recibe a Jesús-Palabra escuchando la homilía. Es un privilegio para cada uno de nosotros.
La indignación en Juan el Bautista
Él está bastante indignado con los fariseos y los saduceos que quieren la señal, que es el bautismo de la conversión, el bautismo que viene de Juan el Bautista, pero sin la real conversión del corazón. Ellos confían solo en aquella herencia étnica y también religiosa.
Ellos dicen: “Somos hijos de Abraham”, pero no tienen frutos de arrepentimiento. ¿Y qué está diciendo Juan el Bautista? Él los confronta directamente y dice que incluso de estas piedras Dios puede hacer nacer hijos de Abraham, para decir que Dios no necesita el linaje de sangre para cumplir Sus promesas.
Preparar el corazón para acoger al Salvador
Todos nosotros somos hijos de Abraham, no solo aquellos que están allí en el linaje de sangre. La verdadera pertenencia al pueblo de Dios, al nuevo pueblo de Dios, depende de la fe y la conversión, no de la genealogía, sino de nuestra fe en Jesús. Él permanece con nosotros.
Que, en este domingo, en esta semana que se inicia, su corazón esté totalmente vinculado al Dios que lo ama, al Dios que lo invita a la conversión.
Sobre todos ustedes, venga la bendición del Todopoderoso. Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Amén!


