29 Aug 2020

Vivamos el profetismo de verdad

“El soldado sayo, lo degolló en el cárcel, trajo la cabeza en un plato y la dio a la niña. Ella entregó a su madre” (Marcos 6,27-28) 

Hoy, estamos celebrando el martirio de San Juan Batista. El fue el mayor entre los profetas, desde el vientre de su madre. Consagrado al Reino de los Cielos, preparó la venida del Mesías y vivió una vida austera, penitente, disciplinada y auténtica, predicando la verdad del Reino de los Cielos. 

La verdad molesta y de hecho, provoca. La verdad hablada o la verdad vivida. Como Juan Batista vivía hablando, es obvio que se tornó un profeta que molestó. Y todo profeta de verdad es una persona incómoda. La sociedad se molestia con el profetismo, pero el profetismo está ahí para molestar a la sociedad. Nuestro profetismo no puede callar delante de las incoherencias del mundo en que vivimos. 

Herodes vivía una situación errada, él fue injusto, pues la mujer que él tenía no era del, pero de su hermano. Juan no fue allá para acusar Herodes, es que la verdad por sí misma se dice, y quien se siente molestado elimina la verdad, porque no quiere saber de ella o no quiere saber de ser molestado. 

Necesitamos vivir el verdadero profetismo, y no podemos negar la palabra de Dios. 

Vivimos en un mundo donde tantas realidades están siendo negligenciadas, muchas injusticias están cometiendo en nuestro lado con niños, adultos, con diversos aspectos de vida, y no es profetismo acusatorio. El profetismo que muestra que la verdad es la verdad, y no relativiza la verdad. 

Inclusive, muchas veces, podemos ser incoherentes, pero no podremos transformar nuestra incoherencia en verdad y decir: “Ahora es así porque mudó los tiempos” Incoherencia es incoherencia, error es error, pecado es pecado. La humildad de reconocer que estoy errado y no encobrir y no eliminar, porque algunos quieren hasta rasgar ciertas páginas de la Biblia o así por delante, para decir que ahora esta es nuestra verdad” 

No existe una nueva verdad, es cierto que existe misericordia, la comprensión de las cosas como ellas están, pero no existe transformar aquello que es verdad, como si no fuera más verdad. Entonces, muchos prefieren matar como mataron a Juan Batista.

La cabeza de Juan Batista está ahí para decir a todos nosotros que necesitamos buscar la coherencia, que precisamos vivir el profetismo de la verdad y no podemos negar la Palabra de Dios. Por eso, celebremos con amor el martirio de Juan Batista, pidiendo a Dios la coherencia, no solo para hablar, pero sobretodo, para vivir. Juan Batista murió por aquello que vivió y enseñó. 

¡Dios te bendiga!

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