23 Jul 2020

Unamos nuestro corazón a la gracia de Dios

“En ellos se verifica la profecía de Isaías: Por más que oigan no entenderán, y por más que miren no verán” (Mt 13, 15).

Jesús, hoy, esta diciendo a Sus discípulos cual el motivo de Él explicar el Reino de los Cielos en parábolas. Es incluso extraño Él decir que aquellos que no ven, no veen mismo, y aquellos que no escuchan, no comprenden (Mt 13, 13). Porque, en realidad, es así. Aquellos que, de hecho, se abren para acoger el Reino de Dios en Jesús, los ojos van abrirse para verlo, los oídos van abrirse para escucharlo y el corazón se va dilatar para acogerlo. Entonces, quien tiene, tendrá aún más, pero quien no tiene, incluso lo poco que tiene dejara de tener, porque simplemente cerro el corazón.

Y Jesús esta diciendo: “El corazón de este pueblo es insensible”. No podemos convertirnos insensibles a la gracia de Dios. Y no es solo la sensibilidad del sentimentalismo. ¡Tomemos cuidado, porque el sentimentalismo es una engaño! Aquí, es la sensibilidad con la gracia y con aquello que es de Dios.

En el medio de muchas quehaceres, preocupaciones y ocupaciones que tenemos en la vida, poco a poco, perdiendo la sensibilidad de la gracia, y lo que es peor: vamos tener mala voluntad. Cuantas personas tiene mala voluntad para ir a Misa, para hacer las oraciones, para meditar la Palabra de Dios. A medida que la mala voluntad y la insensibilidad espiritual toman cuenta de nosotros, los ojos se van cerrando, la mirada de la gracia se va perdiendo, los oídos se van trabando, no conseguimos más escuchar la Palabra de Dios, el corazón se cierra, no nos convertimos y no tocamos en la gracia.

Necesitamos, en medio a las frustraciones y decepciones, convertirnos más unidos y conectados a la gracia de Dios

Nosotros nos acomodamos porque somos de la Iglesia hace mucho tiempo, porque ya leemos toda la Palabra de Dios, porque ya rezamos mucho – pero, desgraciadamente, no comprendemos nada – , porque la insensibilidad va tomando cuenta de nosotros. Vamos nos acostumbrando con el común, y no vamos nos sensibilizando para aquello que la Palabra puede y debe realizar en nuestra vida.

Cuidemos de nuestras emociones y de nuestros sentimientos, porque si ellos son guiados por las decepciones, tristezas o frustraciones que muchas veces experimentamos en la vida, eso nos va convirtiendo insensibles para la gracia, cuando, en la verdad, es contrario: necesitamos, en nuestro medio a las frustraciones y decepciones, nos convertirnos más ungidos y conectados a la gracia de Dios.

Es aquí que necesitamos ser cada vez más unidos a Jesús y a la gracia, pero si nos hacemos de victima, de infeliz, si nos ponemos como aquel que dijo: “Religión no vale”. “La Iglesia es eso”. “El otro es aquello”… Perdemos o estamos perdiendo la sensibilidad para lo esencial, y por eso la Palabra no ha tenido fuerza ni resonancia en nuestro corazón.

El problema no es la Palabra, no es Dios, no es Iglesia ni son las situaciones, el problema somos nosotros que nos dejamos centrar en aquello que es nuestra voluntad o nos dejamos llevar por las decepciones, tristezas, y perdemos la sensibilidad religiosa.

Trabajemos para sernos cada vez más sensibles al Reino de los Cielos, para que la piedad divina, para que todos aquellos sentimientos religiosos, verdaderos y auténticos, que un día fueran depositados en nuestro corazón, sean resucitados por el poder de la gracia de Dios, porque, en el final, todo pasa, y es nuestra unión con Dios que prevalece.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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