Un convertido es aquel que se pone de rodillas, es alguien que se pone a los pies de Jesús
“En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor. Caí en tierra y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (He 22, 6-7).
Hoy celebramos la conversión del apóstol Pablo. Él mismo dio testimonio que perseguía hasta la muerte aquellos que seguían el camino; él prendía hombres, mujeres y los tiraban en la prisión, porque seguían el camino. ¿Qué camino? El camino de la vida, de la salvación, el camino que Jesús nos abrió y Él mismo dijo: “Yo soy el camino, yo soy la vida”.
Cuando Pablo perseguía los seguidores de Jesús, cuando él prendía y llevaba hasta la muerte a aquellos que estaban en el camino de Jesús, como Esteban, él estaba, en la verdad, persiguiendo el proprio Jesús, estaba oponiéndose a Él, y después, vino a convertirse en el mayor convertido de todos los tiempos.
Pablo ya era un hombre adulto, muy convicto, con una cabeza muy cerrada, muy centrada, muy seguro de que la mensaje del Evangelio no era de Dios, y por eso, perseguía. Pero Pablo no reflexionaba, no cayó en sí, dejaba llevar por una obsesión, por una convicción y no permitió que la luz de Dios entra en su corazón.
Solo hay conversión verdadera cuando nos abrimos la reflexión, la serenidad, para dejar que caigan las escamas de nuestros ojos y, así, vemos lo que no conseguimos.
La luz de Dios quiere entrar en nuestro interior, para darnos convicciones, muchas veces, no tenemos. Fuimos a lo largo del tiempo aprendiendo cosas, abrazando ciertas verdades, y no abrimos para la verdad que es Jesús.
Convertirse es siempre a los pies de Jesús, es siempre caer por tierra. Un convertido es aquel que se pone de rodillas, es alguien que se pone a los pies de Jesús. Un convertido no es aquel que sabe hablar bien, tiene muchas convicciones, predica el todo el tiempo, sino, aquel que se deja iluminar por Jesús a cada día de su vida.
Pablo era un hombre muy religioso, pero no era un hombre convertido. No basta ser religioso, es necesario convertir a cada día por la luz de Dios, aquella que ilumina nuestro corazón, nuestra mente y nuestras convicciones.
¡Dios te bendiga!
