15 Sep 2019

Tengamos un corazón misericordioso como el del Padre

“porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado”. Y comenzó la fiesta” (Lc 15, 24).

Tu no imaginas la fiesta que, en el Cielo, se hace por cada pecador que se convierte, por cada hijo que retorna, por cada oveja que es encontrada, por cada moneda, símbolo del amor, que es nuevamente valorizada. Aquí, sin embargo, la moneda de valor es la conversión de cada uno de nosotros.

El hijo representa cada uno de nosotros pecadores, entonces, hay aquellos que se desviaran, fueron realmente servir el mundo. Quedo mirando la mirada de muchas madres con lagrimas por sus hijos que no quieren más saber de Dios y de la Iglesia. Cada madre y cada padre representan el Padre nuestro del Cielo. No es solo tu, madre, que espera tu hijo volver; no es solo tu, padre, que espera tu hijo volver; no es solo tu, esposa, que espera la conversión de tu marido. Es Dios.

Es por eso que nos unimos al corazón de este Padre, por eso cada uno de nosotros se pone junto del corazón del Padre. Junto de Él, abrimos nuestros brazos para rezar por los nuestros, los cuales, de alguna forma, están perdidos en el camino de la vida.

No podemos descuidar de nosotros, porque, dentro del corazón de cada uno de nosotros, hay el sentimiento del hijo prodigo. Somos también hombres pródigos, ostentar el orgullo y la soberbia, como hizo ese hijo más viejo, que nunca salio de la casa del padre, pero tenía un corazón tan cerrado, tenía poca misericordia, tenía poco amor con el hermano.

¡Nosotros, que estamos en la Iglesia, que estamos hablando de Dios, lo mucho que necesitamos nos convierte a cada día! Sepa que, en el Cielo, hay mucha fiesta cuando tenemos una voluntad, un pecado, pero dejamos; cuando tenemos una dureza de corazón, pero nosotros lo dejamos.

Solo seremos como el Padre si dejamos de lado ese hermano más viejo que esta dentro de nosotros

Cuando cultivamos un vicio, pero desistimos de él; cuando combatimos el mal dentro de nosotros, cuando desistimos de vengarnos de alguien, no sabemos la fiesta que Dios hace. Cuando abandonamos el resentimiento, la tristeza, cuando estamos viviendo pasiones, engañadoras, pero las dejamos de lado, el Cielo haz fiesta por cada conversión, por cada actitud de cambio.

¡Celebramos, hoy, los cambios de la vida que todos nosotros necesitamos vivir! ¡Celebremos todo hijo que necesita volver! Solo seremos como el Padre si dejamos de lado ese hermano más viejo que esta dentro de nosotros.

Vivamos un proceso de conversión interior profundo, sincero, verdadero y autentico, reviendo nuestras actitudes, nuestros gestos que no son señales de la conversión para que seamos canales por donde muchos hijos pródigos puedan volver.

Sepan que muchos no vuelvan para la casa del Padre, porque encuentran por delante muchos hermanos más viejos de la Iglesia, del camino y de fe que no son, verdaderamente, convertidos para la misericordia, para el amor y el cuidado del otro. Están siempre cerrados en sí mismo, están siempre se exaltando, engrandeciendo, y no tiene un corazón misericordioso, de bondad y prodigo en el amor como el del Padre.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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