06 Nov 2020

Seamos osados en llevar la luz de Cristo para el mundo

“Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en sus trato con lo demás que los hijos de la luz” (Lc 16, 8)

Estamos mirando un señor elogiar el administrador deshonesto porque él actuó con astucia en sus negocios. Por supuesto que, ese señor es el dueño de los negocios y no el Señor Dios, porque jamás Dios bendice la deshonestidad, y la deshonestidad jamás debe ser vivida bajo ninguna justificativa.

Aquí, el mundo usa de la deshonestidad, de tu astucia, porque el nombre que se da a la deshonestidad en el mundo es la astucia. Nadie habla: “Soy deshonesto”, lo que la persona habla es: “Soy astuto”; “Me doy bien en las cosas”. Y ese “darse bien” en las cosas son las trampas, es la forma como la persona va allá y hace sus negocios oculto, muchas veces, ella lleva lucros, sobresale a los demás, es la astucia del mundo.

Es necesario decir que no necesitamos de la astucia del mundo, no podemos, de ninguna forma, contemporizar con la maldad del mundo. Hay aquellos que, incluso, interpretan equivocado la Palabra de Dios y quieren usar de la astucia; quieren, por ejemplo, hacer de las cosas de Dios negocios para enriquecer y se dan como ejemplo de buenos administradores. Estas no son las herramientas evangélicas.

La herramienta para la cual el Evangelio nos llama atención es: si el mundo usa de lo que es suyo para tus negocio, necesitamos usar de lo que es de Dios para los negocio de Él, pero usar con más agilidad e intrepidez de lo que el mundo, porque el mundo tiene osadía para hacer lo que es equivocado. Lo que falta a nosotros, que somos hijos de la luz o nos juzgamos hijos de la luz, es, justamente, la osadía.

Nos cerramos en nuestro mundo, nos conformamos en cuidar de nuestras cosas, mientras todo mundo esta allí en el mundo entero para ser evangelizado, conquistado, transformado. Estamos trayendo los ingredientes del mundo para dentro de nosotros; para nuestras realidades; y mira cuales los instrumentos del mundo están allí: las peleas, las intrigas, el juego de interés, un pasar la pierna en el otro, un sentirse mejor que el otro, las personas están competiendo dentro de la Iglesia; quien puede más, quien es más, quien habla más, predica más, quien manda más.

No necesitamos de los instrumentos mundanos, lo que necesitamos es de la santidad, de la intrepidez evangélica, de la osadía de Jesús y de Pablo, para que podamos evangelizar, anunciarnos y convertirnos a cada día, porque los hijos de la luz necesitan ser luz, porque los hijos de las tinieblas ha sido tinieblas en el mundo y ellas han crecido en él. Nosotros, que somos la luz, tengamos la osadía en llevar la luz de Cristo para el mundo en que estamos.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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