01 Nov 2020

La santidad es nuestra semejanza con Dios

“Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5, 3)

La Iglesia nos da la gracia de celebrarnos, en un solo día, la Solemnidad de todos los santos. Imaginamos aquella multitud que ocupa el Cielo, los santos que amamos y conocemos: San Francisco, Santa Clara, Santa Dulce de los Pobres, muchos y muchos que gracias a Dios, para nosotros son modelos, escuelas de vida que la Iglesia canonizo y nos trajo como referencia en el seguimiento de Cristo.

La multitud es mayor que podemos imaginar, en ella esta incluso nuestros padres, personas que conocemos. En esta multitud que ocupa los Cielos, están muchos de aquellos que vivieran y convivieran con nosotros y llevaran una vida bienaventurada.

La santidad no es un privilegio, la santidad es una obligación de todos nosotros, es la primera gracia que el bautismo nos confiere. Somos santificados, lavados de la mancha del pecado y somos purificados para vivir la gracia de la santidad. Por eso, santidad es compromiso de vida, es responsabilidad personas de cada uno de nosotros.

El Reino de los Cielos es para todos nosotros, pero si no llevamos en serio el Reino de los Cielos y la santidad, estamos perdiendo la gracia y podremos quedar de fuera de esta fiesta tan linda. Por eso, hoy, queremos exaltar la santidad. La santidad es nuestra semejanza con Dios, y Él mismo nos llama, nos evoca, nos da esta sentencia: “Sean santos, porque yo soy santo” (1 Pe. 1, 16).

La santidad exige de nosotros la pureza y la mansedumbre del alma

No podemos pensar en santidad solo como personas que viven todo el tiempo rezando, y así por delante. La oración es fundamental, es el combustible que mueve el corazón en el medio del mundo en que estamos, para no perdernos el gusto por las cosas del Cielo. Entonces, no podemos pensar en santidad sin la vida de oración.

La santidad exige, por encima de todo, compromiso con la vida, exige un corazón pobre, despojado, desapegado de los bienes de este mundo. La santidad exige de nosotros la pureza y la mansedumbre del alma.

El mundo es lleno de conflictos, donde las personas, incluso en nombre de Dios, quieren promover guerras, quieren ponerse unas contras las otras. Santo de verdad es aquel que promueve la paz en medio a muchas olas de conflictos en la sociedad en que estamos. Muchas veces, seremos perseguidos, incomprendidos, pero no podemos perder el hambre y la sed de la justicia, porque aquel que vive la santidad en Dios es justo, busca ser justo en todo lo que hace y jamás se conforma con cualquier forma de injusticia en el mundo en que estamos.

Seamos santos, anhelamos la santidad, busquemos vivir en los actos, en las obras, en las palabras, en las acciones, lo que es identidad de Dios, para que ella también este impresa en nosotros para participar de esta grande fiesta en el Cielo: la Fiesta de todos los Santos.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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