18 Mar 2020

Respetemos los mandamientos de Dios

“Por tanto, el que ignore el último de esos mandamientos y enseñe a los demás a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. En cambio el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los Cielos” (Mt 5, 19)

Jesús no vino para revocar, cambiar o quitar los mandamientos. Él vino para planificar, para vivirlo y enseñarnos a vivir los mandamientos. Él vino para traer la esencia de lo que mueve los mandamientos de la Ley Divina.

Es el amor a Dios y el amor a los hermanos, por encima de cualquier situación, que debe mover, nuestras practicas. Yo no puedo, en nombre de mis pretensiones, de mis egoísmos o de lo que quiero desvirtuar los mandamientos, vivir solo los mandamientos que creo que son correctos, elegir lo que voy vivir o aún canonizar lo que es equivocado.

Algunas personas hacen lo que es equivocado. Absolutizan lo que ponen como si fuera el correcto. Lo que lleva ventajas en las cosas equivocadas de la vida y si favorece con eso, se siente orgulloso en lugar de sentir vergüenza, arrepentimiento y contrición del error que cometió. Él exalta y, peor aún, enseña a otros a cometer el error, a hacer lo que él hizo.

Si has hecho algo equivocado y no experimento la consciencia inmediata de aquello, sepa que tu experimenta la consecuencia eterna, porque una alma desvirtuada se desvirtúa del Cielo. Una alma que vive sin corrección, una alma que perdió el sentido de la razón de lo que es correcto y equivocada se va deshaciendo de la verdad. No basta decir: “Yo tengo bondad en el corazón”. La bondad es rodeada de aquello que es la verdad, y la verdad no puede ser desvirtuada de acuerdo con nuestras conveniencias.

Jesús vino para llenar, para vivir y enseñar a vivir los mandamientos

¡Cuidado! Vivimos en una sociedad muy laxa, muy permisiva, la sociedad del relativismo en que, fácilmente, las cosas son relativizadas. Simplemente, las personas desconsideran lo que es correcto para vivir la conveniencia.

Yo tengo errores, pecados y fallas, pero no puedo considerar mis errores como si fuera una cosa correcta; por el contrario, tengo de corregirlos. No puedo considerar mis pecados y acostumbrarlo. “Todo el mundo peca”. No puedo dar esta disculpa, tengo de reconocer mis pecados. Cualquier cosa equivocada que yo haga, el error es error; el pecado es pecado. No puedo ser escuela del error, no puedo ser modelos de aquello que es equivocado.

Necesito corregir y enseñar a los demás lo que es correcto, además, de nada vale solo enseñar a los demás a hacer sino corregir en nuestra propia vida. Vamos convertiéndonos tan menores en el Reino de los Cielos, que vamos desapareciendo y perdiendo la dimensión y el sentido de la eternidad.

Tengamos el buen sentido y la humildad de corregir en nosotros lo que necesita ser corregido. No cometamos el error de enseñar lo que es equivocado para los demás.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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