La unción esta en nosotros, pero es peligroso permanecer y vivir en ella, vivir como ungidos, consagrados, como marcados de Dios
“Pues en ustedes permanece la unción que recibieron de Jesucristo, y no necesitan que nadie venga a enseñarles. El les ha dado la unción, y ella les enseña todo; ella es verdad y no mentira. Así, pues, quédense con lo que les ha enseñado” (1Jn 2, 27).
La gracia de comenzar un nuevo año es importante para rever las cosas fundamentales de nuestra vida, ver y rever nuestro propia relación con Dios.
Dios permanece en nosotros porque Él nos dio su unción y la gracia de Él esta sellada en nuestro pecho, en nuestra alma y en nuestro corazón. Me recuerdo de la gracia del bautismo, donde abrimos el pecho del niño y sobre ella imprimimos la unción divina, la marca del aceite sagrado de Dios.
Esta unción esta en nosotros, pero es necesario permanecer y vivir en ella, revivir como ungidos, consagrados, como marcados y sellados de Dios. No podemos perdernos en un mundo tan confuso, tan adverso, en un mundo de contravalores, donde las personas están viviendo la religión de forma totalmente descompromisada con el Dios y Señor de la vida.
Tener compromiso con Dios es llevar las cosas de Él a serio, es llevar a serio nuestro bautismo, nuestra confesión, la Eucaristia que comungamos, el matrimonio, el sacerdocio y todos los compromisos asumidos con la vida; es llevar a serio nuestra unión y comunión con Dios y permanecer en Él porque Él permanece en nosotros.
Muchas veces ignoramos la presencia de Dios en nuestro medio, muchas veces nos perdemos en nuestros problemas, en nuestros placeres, ocupaciones, preocupaciones, nos perdemos en medio a las confusiones de los tiempos y del mundo en que vivimos.
¿Dónde esta nuestra unción? Es necesario una meditación profunda, silenciosa y calma que silencia aquellos ruidos todos de las fiestas, de las algazaras de todo que marcó el incio del año de la sociedad en que estamos.
En el silencio del alma y del corazón, es necesario rescatar la unción de Dios que está en nosotros para llevarnos este mundo a la unción que Él mismo trajo.
¡Dios te bendiga!
