10 Nov 2021

Que nuestro corazón sea agradecido a Dios por todas las bendiciones

“Y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano” (Lc 17, 16).

Fueron diez los leprosos que se acercaran de Jesús y clamaran: “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros”. Ni voy extender sobre la situación de los leprosos en la época de Jesús, renegados, dejados de lado, marginalizadas, vistos como impuros por causa de la lepra, por causa de aquella piel que estaba “estropeada”. El hecho es que ellos clamaban por la misericordia, el hecho es que ellos clamaban para que Jesús tuviese compasión de ellos, y Jesús Maestro, bondadoso y misericordioso, ordena que ellos fuesen presentarse a los sacerdotes o reconocer  lo que ellos pidieran a Dios estaba concediendo a ellos. Mientras ellos estaban en el camino, de hecho, fue eso que ocurrió, ellos quedaran curados.

Eran 10 leprosos, y de estos 10, un volvio para alabar. Él estaba curado y, en alta voz, glorificaba, bendecía, alababa, exaltaba el nombre del Señor, y después se arrojó a los pies de Jesús en un gesto de profunda gratitud y reconocimiento.

Todo lo que pido, a cada día, es para tener un corazón agradecido y reconocido

Jesús paro y miro: “¿No fueron diez los curados? ¿Solo este samaritano volvio para dar gracias?”, y nosotros, muchas veces, somos como los nueve ingratos: no reconocemos la acción bondadosa y misericordiosa de Dios en nuestra vida. Para pedir, somos buenos; pedimos, incluso, parece que pasamos toda la vida pidiendo.

No sé cuanto tiempo de vida tengo, pero quería que el resto de los años, del tiempo de vida que tengo, fuera para alabar y bendecir a Dios por todas las bondades, por toda la cura, por todo aquello que Él me dio y me da en esta vida. Todo lo que pido, a cada día, es para tener un corazón agradecido y reconocido. ¡Indigno yo soy, leproso yo soy, pecador yo soy, pero Dios es muy bueno que solo puedo alabar, bendecir, adorar y glorificar a Él!

Quiero cada vez pasar más tiempo postrado en el suelo, levantando mis manos para el Cielo, suplicando misericordia por mis pecados, pero más tiempo con el corazón alabando, agradeciendo y bendiciendo.

Hay aquellos que solo recuerdan de Dios para pedir. No sé si necesito pedir algo para Dios, aún que me de un corazón más agradecido, más reconocido, más adorados para alabar, glorificar, bendecir y reconocer la grandeza de Él en nuestro medio.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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