09 Jan 2018

Necesitamos silenciar el espíritu del mal

Jesús vino para destruir el poder del mal, para quitar lo que el maligno ha hecho

“Entró en aquella sinagoga un hombre que estaba en poder de un espíritu malo, y se puso a gritar: ¿Qué quieres con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé que tú eres el Santos de Dios.” (Mc 1, 23-25).

A cada día buscamos conocer Jesús. El Evangelio de hoy, nos señala do cosas importantes. La primera de ellas: Jesús nos enseña a vivir. Cuando Jesús entró en la sinagoga, comenzó a enseñar con autoridad, con la vida. Enseñar con autoridad es enseñar con seriedad para que la vida sea tocada y transformada por esa enseñanza.

No es enseñar por enseñar o conocer por conocer. Quien enseña cree en lo que enseña y pone en practica en aquello que cree. Nuestras enseñanzas, muchas veces, no han surtido efecto, no han tocado ni en nuestros hijos, porque no tenemos autoridad para predicar, para enseñar porque no demonstramos creer en lo que enseñamos; no procuramos vivir en lo que queremos hablar para los demás. La enseñanza con autoridad es aquel que viene con la vida.

La segunda cosa: se acercó de Jesús un hombre poseído por un espíritu maligno. El maligno comenzó vociferar, él sabía quien era Jesús, él dijo: “Yo sí quien Tu eres. Yo sé que viniste para instruirnos, porque Tu eres el Santo de Dios”. El maligno dijo la verdad, porque Jesús vino para destruir el poder del mal, para quitar lo que el maligno ha hecho; porque él ha destruido y arruinado nuestra vida. Jesús no quiere nuestra vida destruida, Él no quiere que nuestra familia destruida y arruinada por el poder del mal.

Necesitamos hacer lo que Jesús hizo, Él intimó el mal y dijo: “¡Cállate!”. No podemos dejar el mal hablar en nuestra vida, no podemos dar voz al mal. Y para no dar voz al mal es necesario cortar lo que él esta hablando en nuestros oídos. El mal habla por el chisme, por la maledicencia, por las intrigas, la envidia, por los celos, por el orgullo, por los resentimientos. ¡Cállate resentimientos! ¡Cállate envidia! ¡Cállate chisme! ¡Cállate espíritu perturbador que esta dentro de nosotros.

Jesús dijo al maligno: “Cállate y sal”. Necesitamos silenciar el espíritu del mal y pedir: “Sal de mí. Sal de mí vida, de mis pensamientos, de mis sentimientos y de mi corazón”.

No podemos dejar que la fuerza del mal habite en el corazón que Dios renueve a cada día.

Hable para Jesús: “Yo sé quien Tu eres” Es Aquel que enseña con autoridad la Ley de Dios y expulsa el mal de nuestra vida”.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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