01 Nov 2018

Necesitamos revestirnos de la armadura de Dios para vencer el mal

Necesitamos revestirnos de la armadura de Dios, tomar nuestra fe como escudo para que podamos combatir el enemigo de nuestra fe

“Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio. Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio” (Ef 6, 11 – 12).

Este es la invitación que Dios hace, hoy, a nuestro corazón: revestirnos de Su gracia y de Su armadura, porque estamos en un combate espiritual. Cuando hablamos en combate, las primeras palabras que viene a nuestra mente son guerra y conflicto, entonces, comenzamos a entrar en conflicto con nosotros y con los demás.

No es de este conflicto que la Palabra de Dios se refiere. La Palabra de Dios combate el conflicto de los hombres contra los hombres.

Nuestro gran error es ponernos contra los demás. Me siento impresionado como los cristianos están contra los cristianos, están peleando unos con los otros, discutiendo y desmereciendo el valor del otro, creando guerras y combates en las conversaciones y en las redes sociales. Nuestro combate no es contra los hombres de carne y sangre, por el contrario, nuestro combate es contra el maligno, contra aquel que nos seduce e inspira el mal, es contra aquel que, de hecho, pone, en nuestro corazón, acusaciones contra nuestros hermanos. ¡Es él que necesitamos combatir, él es nuestro enemigo común!

Nuestro hermano no es nuestro enemigo, nuestro hermano debe ser nuestro hermano. Él puede tener valores diferentes, opiniones diferentes de las nuestras, elecciones que hasta divergen de las nuestras, pero el es nuestro hermano, es tan hijo de Dios cuanto nosotros. Podemos estar sentidos, resentidos y heridos. Necesitamos combatir el resentimiento y la tristeza, no podemos dejar aumentar dentro de nuestro corazón ni tomar cuenta de nosotros.

Necesitamos revestirnos de la armadura de Dios, tomar nuestra fe como escudo, para que podamos, con la fe robustecida, más fuerte y firme combatir el enemigo de nuestra fe.

La Palabra nos dice que son los espíritus esparcidos por los aires, porque ellos son muchos. Ellos siembran discordia, enemistad, orgullo y todo tipo de cosa malignas en nuestro medio. Por eso, en la gracia de Dios, combatimos el mal y nos revestimos de la fortaleza divina.

El silencio, la humanidad de corazón, la sobriedad del alma son elementos esenciales para el combate espiritual que se traba en la mente, como mal pensamientos y sentimientos malignos. La batalla espiritual que se instala dentro de nuestro corazón esta llena de cosas negativas.

Combatamos el maligno que desea vernos debilitados y peleados con los hermanos.

¡Que la paz esté en nuestro corazón!

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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