14 Aug 2018

Necesitamos de un cambio de mentalidad a cada día

Necesitamos mirar para los niños y encontrar en ellas siempre un llamamiento de conversión y cambio de vida

“En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos” (Mt 18, 3).

El Reino de los Cielos está en nuestro medio, pero no entramos en él, muchas veces, porque no nos convertimos. Existe la gran conversión de la vida, que es nuestro encuentro personal con Jesús, que transforma nuestra vida, porque nos quita del reino de la tinieblas y nos trae para el reino de la luz, nos quita del camino de ese mundo y nos pone en los caminos del seguimiento del Señor.

Muchas personas no conocen la gracia de Dios, pero pasan a conocerla; otros ya nacen participando de la Iglesia, de la comunidad, y ya tienen esta primera conversión. Quien ya nació en el camino del Reino de Dios o quien se convirtió a lo largo del camino necesita de un cambio de mentalidad a cada día. Es la conversión más necesaria y exigente, es la conversión que exige de nosotros una metanoia, un cambio de mentalidad.

Para eso Jesús nos pone, como gran referencia, al niño: “Si no os convertís, y no os tornáis como niños, no entrareis en el Reino de los Cielos”. ¿Por que necesitamos tener la mente de un niño? No es la mentalidad infantil e ingenua de un niño, pero la mentalidad de la minoridad.

Vivimos en un mundo en que se cultiva el sentimiento de la grandeza, donde lo importante es ser grande, es ser grande, es lo que tenemos, lo que conquistamos y lo que somos.

Los hombres quieren ser siempre mejores unos que otros, nunca están satisfecho con lo que tienen. El niño, en la mentalidad judaica, es ser que no tiene importancia, ella es pequeña y todavía no esta asumida en el mundo de los hombres.

Tenemos mucha importancia para Dios, demasiada importancia, grande, pero necesitamos vivir, en el mundo, la minoridad. No ser mayores que los otros ni más importantes, no deja ese sentimiento de grandeza toma cuenta de nosotros.

Tenemos que acostumbranos con las cosas pequeñas, porque, cuanto más tenemos el alma pura y pequeña, mayor será la grandeza de Dios presente en nuestra vida.

Necesitamos mirar para los niños y encontrar en ellas siempre un llamamiento de conversión y cambio de vida. Toda vez que ese sentimiento de grandeza tomando cuenta de nosotros, necesitamos suplicar: “Señor, conviértame y no me dejes vivir a merced en mi sentimiento de grandeza”.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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