08 Mar 2018

Escucha atentamente la voz de Dios

Escuchar siempre a Dios para no equivocarse y caer

“Lo que les mandé, más bien, fue esto: ?Escuchen mi voz, y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo. Caminen por el camino que les indiqué para que siempre les vaya bien.?” (Jer 7, 23-28).

Primera cosa que nuestro corazón necesita saber es escuchar, sobre todo, saber escuchar a Dios, por eso que la orden es siempre esta: “oír mi voz, la voz del Señor”.

Nosotros necesitamos en ese tiempo de gracia en cual vivimos, pedir a Dios que realmente cure nuestros sentidos. Estos son todo lo que nos hacen vivir, es la sensibilidad que hay en cada uno de nuestros sentidos. Y, el primero sentido que me llama atención es el sentido de la audición, en lo que es a respecto, a la sensibilidad de la escucha para oírnos unos a los otros y escuchamos lo que debemos hacer; escuchamos a Dios.

No es que Dios habla, y sí, nuestros oídos que perdieron la sensibilidad para oír lo que es divino, sagrado. Nosotros escuchamos tantas cosas; por veces las personas pasan el día con el auricular para oír las músicas, noticias; incluso cosas que no deberían oír. Estas cosas no estropean solo los oídos, estropean también el corazón, porque entran por ellos, van para la cabeza y de allá van para el corazón.

Escuchamos conversas, chismes, calumnias, acusaciones; y hay verdaderos programas de televisión y también la internet que nos estropean por dentro. No estropee su audición interior y su sensibilidad auditiva del corazón, de lo contrario, cuando sentar para escuchar la Palabra de Dios, el corazón cae en desvanecimiento y los oídos no conseguirán tener la sensibilidad para escuchar, ni mismo la Palabra es anunciada y proclamada.

Cuando intentamos retirarnos para escuchar, comenzamos tantos ruidos dentro de nosotros. Purifiquemos nuestros oídos para escuchar a Dios y dejar que Él hable a nosotros, porque, solo podemos hacer aquello escuchamos y hablamos lo que escuchamos.

Por eso, la purificación de los oídos es la gracia que debemos buscar en este tiempo de la gracia, que es el tiempo de la Cuaresma.

Todas las veces que dejó de escuchar al Señor, nuestro Dios, Sú pueblo golpeó la cabeza, se extravió. Nosotros equivocamos cuando no escuchamos; el hijo se equivoca cuando no escucha su esposa; los padres se equivocan cuando no escuchan sus hijos; todos nosotros equivocamos cuando no escuchamos la voz del Señor, nuestro Dios.

Solo no digamos que Dios no nos habla, pero reconocemos, humildemente, que muchas veces cerramos nuestros oídos para no escuchar al Señor, nuestro Dios. Si de hecho, lo escuchamos, vamos ser felices. ¡Él ha de conducir nuestra vida!

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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