“Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. “Es un fantasma”, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. En seguida Jesús les dijo: Ánimo, no teman, que soy yo.” (Mt 14, 26-27).

Caminamos en las olas agitadas de la vida, caminamos en el barco de la vida y las olas se agitan, el mar se vuelve revuelto, las situaciones contradictorias viene al encuentro y, cuando miramos para dentro de nuestro corazón, la agitación crece. Son muchas cosas guardadas y acumuladas que están agitándose dentro de nosotros, están agitándose dentro de nuestra vida.

Entonces, una vez que el barco esta en el alto mar, el barco es agitada por las olas y el viento contrario viene a nuestro encuentro, y, ¿dónde esta Jesús? Esta calmo, en la sobriedad, en la serenidad del alma y del corazón, pero, ¿Jesús no se importa con lo que nosotros estamos pasando, viviendo y enfrentando? Por supuesto que Él se importa y, por eso, Él nos enseña como debemos comportarnos en medio de todas las situaciones.

Cuando los mares de la vida se agitan, no podemos dejar que nuestro interior se agite, que nuestro interior sea alabado por estas olas, no podemos caer en la misma ola y es por eso que, antes de subir en el barco, Jesús subió al monte para rezar a solos, para estar en la comunión con el Padre, para estar envuelto por la gracia del Padre.

Que sean vencidos todos los fantasmas de los miedos que estamos acumulando en nuestro corazón

Necesitamos cuidar de nosotros, necesitamos cuidar de nuestro corazón y de nuestro ser, porque las olas agitadas de este mundo están asustándonos, atemorizándonos y por eso nuestro corazón esta llenándose de miedo, y estamos creando fantasmas y fantasías. Mejor aún, los fantasmas y las fantasías están se convirtiendo cuerpo en nuestra vida, fruto del miedo, de la falta de fe, de la fe ingenua, fruto de la falta de cultivo de una relación autentica con Dios, falta de una oración donde nosotros realmente nos tiramos en Dios.

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Las cosas se agitan dentro de nosotros, confundimos hasta Jesús, como los discípulos confundieron. Quedaran con miedos que han visto Jesús y pensaran que Él era un fantasma. Es Jesús que esta nos diciendo en el fondo de nuestra alma: “Ánimo, no teman, que soy yo”.

¡Ánimo, mi hermano! ¡Ánimo, mi hija! El Señor esta en nuestro medio, el Señor esta entre nosotros y Él no es un fantasma. Él es el Hijo único y verdadero de Dios, verdaderamente Él es el Hijo de Dios, como ellos después proclamaran.

Proclamemos que Jesús es el Hijo de Dios, proclamemos el señorío de Él, postremos en la presencia de Jesús y que sean vencidos todos los fantasmas de los miedos que estamos acumulando en nuestro corazón.

¡Dios te bendiga!