Seamos cristianos comprometidos y fieles a los mandamientos del Señor

“No crean que he venido a suprimir la Ley o los Profetas. He venido, no para deshacer, sino para traer lo definitivo. En verdad les digo: mientras dure el cielo y la tierra, no pasará una letra o una coma de la Ley hasta que todo se realice. Por tanto, el que ignore el último de esos mandamientos y enseñe a los demás a hacer lo mismo, será el más pequeño en el Reino de los Cielos. En cambio el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los Cielos” ( Mt 5, 17-19).

Cuando el pueblo de Dios caminaba por el desierto hacia la tierra prometida, Él reunió, instruyó y formó Su pueblo; y puso en el corazón de ellos los mandamientos para que pudieran vivir y caminar.

Todo lo que no tiene orden y mandamiento cae en desorden y se convierte una verdadera anarquía; y si no ponemos orden en nuestra vida, si no tenemos mandamientos a seguir y disciplina para vivir, caer en los caos y en la desorden.

Si la humanidad camina como camina y si esta desordenada como esta es porque no vive, no sigue y muchos ignora y menosprecia los mandamientos del Señor.

Es muy importante que este tiempo de gracia en el cual vivimos, el tiempo Cuaresmal, nuestro examen de consciencia sea hecho a partir de los mandamientos del Señor. Desde el primer de ellos que es: “Amar a Dios sobre todas las cosas”, hasta el décimo: “No codiciar lo que no me pertenece”; todos los mandamientos del Señor necesitan estar reflejados en nuestra vida y nuestro corazón; viviendo los mandamientos del Señor, caminare en Sus pasos.

No desprecie los mandamientos de Dios, no los ignore y no enseñen a otros a desobedecer y no viven los mandamientos del Señor. Yo digo que, los padres, tienen que ser los primeros a sentar en la mesa con los hijos y revisar la vida, la conducta familiar; la familia necesita vivir a partir de los mandamientos de Dios.

¿En mí casa y en mí familia nosotros amamos a Dios sobre todas las cosas? ¿Nosotros respetamos el nombre del Señor? ¿Guardamos el día del Señor? ¿Aquí, en nuestra casa, honramos nuestros padres? ¿Vivimos el principio de la vida? ¿Nuestro cuerpo ha sido tiemplo y morada de Dios? En nuestra casa y familia no codiciamos o tomamos cosas que sean de alguien?

Que en nuestra casa hablemos siempre la verdad y no dejemos que ninguna mentira invada nuestro ambiente; un buen examen de conciencia familiar santifica, renueva, guarda y purifica una familia. Enseñemos unos a otros a vivir y a practicarnos los mandamientos, porque es lo que hace nuestro corazón grande ante el Señor Nuestro Dios.

¡Dios te bendiga!