28 Jul 2019

Oración es intimidad con el Padre

“Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos” (Lc 11, 1).

El Maestro es aquel que enseña sus discípulos a vivir. En la escuela de la salvación, para relacionarnos con el Maestro, para relacionarnos con Dios, necesitamos aprender a rezar, a comunicarnos, a rezar, a volvernos para Dios. Por eso, uno de los discípulos estaba pidiendo: “Maestro, nos enseña a rezar”.

Jesús pasaba buena parte del tiempo viviendo esta relación amorosa con su padre, y los discípulos también querían aprender. Y Jesús nos va enseñando, en la escuela de Él, como se debe rezar, Somos sus discípulos y necesitamos aprender con Él a rezar. Seamos muy humildes, sinceros, verdaderos y auténticos: no sabemos rezar.

La oración es una vuelta al Padre. ¿Cuántas veces nosotros llamamos Dios de Padre? ¿Cuántas veces nuestra oración es guiada a Él? Aprendemos a rezar a los santos, a las devociones y practicas, pero oración es intimidad con el Padre. La madurez de la oración es salir de la oración infantil y partir para la oración de hijos que tiene Dios como Padre, halan con el Padre, suplican al padre, piden al Padre y, especialmente, honrar el nombre de Él, santifican, glorifican y exaltan a Él.

Cuando honramos nuestro Padre, cuando suplicamos a Él, cuando nos ponemos en el regazo de Él, pedimos lo que queremos, suplicamos que Él envié a nosotros Su reino, suplicamos que nos de el pan de cada día, que nos libre del mal, de la tentación, del maligno, y que no nos deje caer en el pode del mal.

La madurez de la oración es salir de la oración infantil y partir para la oración de hijos que tiene Dios como Padre

Es la oración de un hijo que presenta al Padre todo que su corazón anhela, y no puede haber anhelo mayor para el corazón de un hijo que estar en el Reino de su Padre. “He venido a tu Reino, mi Padre. Sea hecha tu voluntad. Que en todo el Padre sea honrado”.

Seamos hijos del Padre que esta en los Cielo, aún sabiendo que no somos buenos hijos, que somos malos. Hasta el padre que sabe que no tiene hijos buenos no es capaz de dar cosas malas para su hijo, imaginemos nosotros suplicando al Padre que medio Su Espíritu Santo.

Quien tiene el Espíritu, quien es guiado por Él tiene todo. La mayor riqueza, el mayor tesoro del Reino de los Cielos es el Espíritu. “Es Tu Espíritu que nosotros suplicamos desde toda la eternidad. Padre amado y querido, Padre que tanto amo, ven Tu Reino. Que Tu Reino este en nuestro medio por la fuerza y por el poder transformador del Espíritu Santo”.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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