04 Mar 2021

El Reino de los Cielos, en primer lugar, es de los pobres

“El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado” (Lc 16, 22).

La belleza de parábola de Lázaro y del hombre rico es una oportunidad para comprendernos los abismos que el pecado crea en el mundo y en la sociedad en que estamos. Las personas religiosas, muchas veces, no quieren percibir las situaciones injustas de la humanidad; y algunos incluso quieren decir que ese problema no es nuestra, que tenemos solo que rezar para el mundo ser mejor; e ignoran, crean más aún abismos cuando dejan de lado los pobres, los “Lazaros de otrora”, de los tiempos en que vivimos.

Jesús no dejo de lado los pobres de su época, por el contrario, los acogió, los amo, los ha elevado. Y, cuando Él nos cuenta la belleza de una parábola como esta, es para retratar el mundo insano, injusto y deshumano en que vivimos, donde una parte de ricos y poderosos vive en una verdadera avaricia con sus bienes, vanagloriase de lo que tiene e ignorando los pobres que viven a las puertas de nuestras calles, ciudades, en las esquinas por donde caminamos.

El pecado morar incluye también el pecado social, que es ignorar la pobreza y la miseria del mundo. El pecado no es solo mal pensamientos, mal sentimiento o una practica equivocada que hicimos. Pecado es también la indiferencia.

Seamos ángeles en la vida de los pobres y sufridores, de los Lazaros de nuestros tiempos

El gran pecado de ese hombre rico, que el Evangelio nos presenta hoy, no es solo su avaricia, no es solo lo que él está deslumbrando con lo que tiene, pero es principalmente la indiferencia para con Lázaro. El rico no da atención para Lázaro; y quien cuida de él son los perros que van lamer sus heridas.

Muchas veces, los perros cuidan más de los pobres que los hombres, que los humanos cuidan de los demás. Los humanos cuidan de los perros – y siguen a cuidar de nuestros animales – lo que no podemos es dejar el ser humano quedar debajo de nuestros cachorros, de nuestros animales. No podemos admitir que un ser humano creado a la imagen y semejanza de Dios sea ignorado, maltratado y despreciado.

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El Reino de los Cielos – que creemos que vamos conquistar con nuestras virtudes humanas porque somos personas buenas, porque rezamos mucho, porque practicamos nuestros actos de piedad -, va ser para quien no se olvido de las obras de misericordia en su vida. Por eso, el Reino de los Cielos, en primer lugar, es de los pobres. Cuando el pobre del Lázaro despreciado, maltratado y olvidado muere, son los ángeles que viene buscarlo. Cuando el rico muere, fue enterrado.

Los ángeles son amigos de los pobres. Seamos ángeles en la vida de los pobres y sufridores, de los Lazaros de nuestros tiempos.

¡Dios te bendiga!

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