Necesitamos encontrarnos con Cristo, pero ese encuentro solo va ocurrir cuando encontrarnos con Él donde Él vive
“El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: ¿Qué quieren?. Ellos le respondieron: Rabbí? que traducido significa Maestro? ¿dónde vives? Vengan y lo verán, les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde” (Jn 1, 38-39).
Cuando queremos conocer una persona, necesitamos saber dónde ella vive. Porque es en la casa, es en su “hábitat” que la persona vive la intimidad, aquella más personal; es dónde ella se fortalece, se anima, y guía su vida.
– “¿Maestro, dónde vives?” Es la pregunta que tenemos que hacer para Jesús. Y, Él nos responde como respondió a estos discípulos: “Ven y ved”. ¡Vamos! Es necesario ir, es necesario ver dónde Jesús habita.
Los discípulos fueron. André, hermano de Simón Pedro, era un de estos que estaban allí y fue ver dónde Jesús vivía y permaneció con Él en aquel día.
Puede ser que, alguien va ver dónde vive, solo por curiosidad. Si tu quieres saber dónde Jesús vive solo por curiosidad, sepa que eso solo alimenta nuestras fantasías. Cuando permanecemos con Jesús, Él llena nuestra alma y nuestro corazón.
Estos discípulos, fueron ver dónde Jesús vivía, permaneció con Él aquel día y no lo soltaron más. Cuando André fue ver el Señor, conocer la intimidad de Él, reconoció que Él era lo Mesías, y fue atrás de su hermano Simón Pedro, para decirte: “Encontramos al Mesías”.
El mundo necesita encontrarse con Cristo, nuestra casa necesita encontrarse con Jesús, pero ese encuentro solo va ocurrir, cuando nosotros lo encontramos, cuando encontrarnos con Él, donde Él vive y permanecemos con Él.
Es necesario permanecer en la presencia de Jesús, porque es solo en Su compañía que somos transformados. Si nosotros conocemos Jesús, necesitamos ir donde Él se encuentra.
¿Dónde Él se encuentra? En los Sagrarios del mundo entero, silencioso esta allí, irradiando toda la transformación que nuestro corazón necesita. Jesús se encuentra en tantos lugares en nuestro medio, pero, pienso que en el silencio recogido del Sagrario, el Maestro nos transforma. Somos transformados por Su presencia, y cuando vamos donde Él se encuentra, Él nos transforma y podemos decir a los demás de nuestra casa, de nuestra familia, que encontramos Jesús y que Él transformó nuestra vida.
¡Dios te bendiga!
