El Espíritu Santo es el defensor de nuestra alma, de nuestra dignidad de hijos de Dios

“Y cuando él venga, probará al mundo dónde está el pecado, dónde está la justicia y cuál es el juicio” (Jn 16, 8).

Jesús nos promete el Espíritu de la Verdad, el Espíritu que aboga en favor del Reino de Dios. Jesús promete que vendrá defendernos.

El Espíritu Santo no es el acusador de ese mundo. En verdad, Él es el defensor de nuestra alma, de nuestra dignidad de hijos de Dios. Por eso, necesitamos permitirnos ser defendidos, protegidos, iluminados y guiados por Él. El Espíritu nos defiende del ataque del maligno.

El espíritu adverso es el acusador. El Espíritu de Dios es el defensor, y póngase al lado de nuestras debilidades. El espíritu acusador nos quita para abajo, arranca el peor de nosotros y nos hace pecadores todo el tiempo y hace de nosotros personas acusadoras.

La gran debilidad de las relaciones humanas es vivir en el espíritu de la acusación. Por ejemplo: convivimos con una persona hace tanto tiempo y pasamos el resto de la vida acusándola de sus errores y debilidades de las cosas que no dieron bien. Los amigos acusan unos a otros, las parejas viven acusándose, los padre acusan los hijos y los hijos acusan los padres.

El espíritu de la acusación viene de la forma demoníaca, porque las personas viven acusando unas a otras. Ese espíritu no es de Dios ni es santo. El Espíritu que viene de Dios nos defiende del mundo, viene en nuestra ayuda y nos muestra en lo que consiste el pecado. El pecado es no creer en Jesús ni llevar la vida en nombre de Él o la justicia de no acogerlo.

Los únicos juzgados de este mundo son aquellos que se condenan, porque no acogen la verdad salvadora de Jesús. Necesitamos del Espíritu de Dios en nosotros, Espíritu Amigo, Consolador, Defensor que ve nuestras debilidades más profundas para curarnos, libertarnos, restaurarnos y fortalecernos.

“Espíritu amigo, ven en nuestra ayuda, y no nos dejéis a merced del enemigo, que nos destruye y que nos quiere destruir unos a otros. Espíritu amigo, ven en nuestra ayuda”.

¡Dios te bendiga!