30 May 2020

El Espíritu Santo actúa en el silencio

“Pablo vivió dos años enteros por sus propios medios, recibiendo a todos los que querían verlo, proclamando el Reino de Dios, y enseñando con toda libertad y sin encontrar ningún obstáculo, lo concerniente al Señor Jesucristo” (He 28, 30-31).

Estamos a vísperas de Pentecostes. Celebramos la gracia de Pentecostes en la gran Vigilia de esta noche, y el prometido del Padre, que es Su Espíritu, es dado a nosotros.

La reflexión de la Liturgia de hoy nos llama la atención para esta parte final de los Hechos de los Apostoles donde Pablo esta recogido. Aquel Pablo, hombre lleno del Espíritu Santo, de la osadía y de coraje; Pablo que fue preso, abatido, que fue juzgado y condenado. Pablo estaba hace dos años en una casa alquilada, viviendo en su rincón, pero lleno del poder del Espíritu.

Es importante entender eso: la osadía del Espíritu no es solo cuando reunimos multitudes alrededor de nosotros, cuando miles de personas están clamando; es una gracia, es el Espíritu de Dios actuando, pero Este actúa también en el recogimiento, en el silencio, actúa en aquel que esta delante de la presencia de Él con la misma coraje, osadía, con la misma intrepidez y paresia.

En el silencio de de tu casa, en el recogimiento de tu rincón, viva la osadía del Espíritu Santo

Tenemos muchos ejemplos, en el mundo de personas que vivir la osadía de predicar el Evangelio, pero, después, se dedicaran al silencio de ser guiados por el Espíritu.

Miro el recogimiento del amado Papa Benedicto XVI, que hizo tanto bien por la Iglesia, pero esta como Pablo recogido en su rincón. Miremos cuantos nos predicaron la fe, nos trajeron la fe. Miremos para nuestros padres, y abuelos, miremos para nosotros, en la situación que estamos viviendo, existe una pandemia en el aire, pero lo que no hay y nadie puede quitar es la parresia del Espíritu.

En el silencio de tu casa, en el recogimiento de tu rincón, donde quiere que este, viva la osadía del Espíritu.

No comprenda infusión del Espíritu Santo con histerismo y gritaría; no confunda ser lleno del Espíritu Santo con hablar sin parar; no confunda osadía del Espíritu solo con entusiasmo frenético. Es mas que eso, el Espíritu actúa en la sobriedad, en la serenidad y en la seriedad de la vida en el silencio, pero que se deja embriaga, llenarse de la gracia del Espíritu.

Como Pablo, que hablo a muchos, pero ahora habla a uno y a otro en la misma osadía, en el mismo poder, en el mismo don del Espíritu, es ese Espíritu que todos nosotros clamamos y deseamos para vivir no en la euforia, pero en la intimidad en la cual Él transforma nuestra vida.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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