09 Feb 2021

Nuestro corazón necesita estar cerca de Dios

“¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí” (Mc 7, 6).

Es duro mirarnos la hipocresía de los fariseos. No es que fariseos sea hipocresía es una persona religiosa, es una persona que frecuenta la sinagoga, es una persona que observa los Mandamientos, las Leyes, los decretos y enseñamientos de Dios.

Fariseos es aquel que ayuna, que va con más frecuencia a la sinagoga, pero aquí es un problema, pues la religión sin corazón se convierte una religión hipócrita, porque va endureciendo mucho la forma de vivir la religión que no se importa más con el hermano. Si importa en juzgar, reparar, hablar, condenar, pero no se importa en acoger y amar.

La religión esta convirtiendo para algunos una cosa tan elástica y común, porque es importante decir que religión no esuna cosa común. Religión es algo sublime y extraordinaria, es una gracia nueva a cada día. Cada vez que me pongo en la presencia amorosa de Dios, yo me conecto con Dios y Él se conecta a mí, soy conectado con la gracia, vivo la comunión con la gracia.

La religión verdadera es aquella que nos lleva para el corazón de Dios

La religión sin la gracia se convierte una desgracia, por eso, muchas veces, nuestra vida religiosa de cada día se convierte una verdadera hipocresía, hacemos por hacer, vamos porque tenemos que ir, rezamos porque somos obligados y comenzamos a juzgar y reparar muchos la vida de los demás. Toda vez que tu censo religioso te lleva a juzgar y condenar los demás, sepa que estamos viviendo la religión de la hipocresía.

La religión verdadera es aquella que nos lleva para el corazón de Dios, el corazón misericordioso y bondoso; el corazón que filtra todo sobre la mirada de la verdad, pero iluminado por el amor y por la misericordia. Porque si no vamos quedar en los actos externos, como están los fariseos aquí en el Evangelio. Ellos están mirando que los discípulos de Jesús comen sin lavar las manos. ¡Que hipocresía!

Tiene que lavar las manos, más aún en los tiempos en que vivimos de pandemia – ¡Tenemos que lavar nuestras manos! Pero no es el acto de lavar o no las manos que convierte una persona buena, no es el acto de dejar de lavar o no las manos que haz de mi una persona más iluminada, pero es el acto de lavar mi corazón todos los días, lavar mi mente de la hipocresía, de los juzgamientos, del mal pensamiento, mal sentimiento, lavar mi corazón de todo resentimiento, tristeza que llevo dentro de mí; lavar de este sentimiento egoísta, orgulloso y soberbio que muchas veces mueve mis actitudes, porque sino voy ser del pueblo que solo habla de Dios con la boca “¡Amén!”, “Aleluya”, pero el corazón queda lleno por las impurezas.

Que el Señor purifique mi corazón, para que, en espíritu y verdad, pueda alabar y adorar a Él y saber amar, cuidar y respetar el hermano. ¡Esta es la religión que agrada el corazón de Dios!

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¡Dios te bendiga!

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