13 Dec 2018

Nuestra pequeñez nos convierte grandes en el corazón de Dios

Lo que nos hizo grandes al corazón de Dios es convertirnos pequeños e insignificantes

“Yo se lo digo: de entre los hijos de mujer no se ha manifestado uno más grande que Juan Bautista, y sin embargo el más pequeño en el Reino de los Cielos es más que él”  (Mt 11,11).

La Palabra de Dios, hoy, exalta la imagen de Juan Bautista, aquel que bautiza. Era más que aquello que hacía además del Jordán, llevando las personas a ala conversión y al cambio; él, en realidad, trajo un bautismo de transformación de vida.

Juan era un convertido, un hombre todo de Dios desde el vientre de su madre. Él vivió la gracia de ser todo de Dios, santificado aún en el vientre. Por eso, el Evangelio exalta que entre los nacidos de mujer no tuvo nadie mayor que Juan; mayor en la importancia y en el profetismo. Juan es aquel que encierra el profetismo del Antiguo Testamento y abre las puertas para la profecía del Nuevo Testamento.

El mismo Evangelio que lo exalta pone una otra condición a decirnos que el menor en el Reino de los Cielos es mayor que Juan. Mira que el Reino de los Cielos es mayor que Juan. Mira que el Reino de los Cielos no es para los grandes, pero para los pequeños.

Juan era pequeño e se hacia cada vez menor. Él mismo decía sobre Jesús: “Conviene que Él crezca, que Él aparezca, que Él sea exaltado” y que yo desaparezca, que yo disminuya, porque quien se pone a ser de Dios no se pone para ser grande, lo más importante o el exaltado, por el contrario, se pone en la condición de ser el menor, de ser hasta aquel que es tenido como insignificante, sin importancia ninguna, porque ese es el más importante en el corazón de Dios.

Vivimos en un tiempo en que el sentimiento de grandeza, de importancia, valorización y exaltación de las personas toman cuenta de los sentimientos humanos porque, muchas veces, se dejan llevar por ese sentimiento cuando experimentan la depreciación, la critica, la desvalorización, y caen en el vació existencial, sumergen, muchas veces, en una depresión, están con el corazón tomado por una angustia sin nombre y sin proporción, porque viven a merced de la valorización.

El valor que tenemos esta en el corazón de Dios, y para descubrir nuestro valor necesitamos rebajar nuestro orgullo, nuestra soberbia, ese sentimiento de grandeza que, muchas veces, toma cuenta de nosotros.

Dios quiere que seamos mayores que Juan Bautista. No necesitamos predicar más que él ni hacer más penitencias que él, no necesitamos realizar todas las obras que él hace, porque él hace su misión.

Podemos realizar nuestra misión, asumir nuestras responsabilidades, pero lo esencial la humildad y la pequeñez.

No haga nada con espíritu de orgullo y soberbia, tu puedes hasta predicar el Evangelio en el mundo entero, pero si lo que te motiva es el orgullo, para Dios es despreciativo lo que tu haces.

Lo que nos convierte grandes al corazón de Dios es convertirnos pequeños e insignificantes. Conviene que Jesús crezca y que nosotros seamos cada vez menores.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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