03 Mar 2018

No tengas un corazón igual de los fariseos

Los fariseos tenían miradas de reprobación, pero nosotros debemos tener una mirada de misericordia

“Los fariseos, sin embargo, los maestros de la Ley criticaban a Jesús: ‘Este hombre acoge los pecadores y come con ellos’” (Lc 15, 1-3. 11-32).

El corazón de Jesús es la extensión del corazón del Padre y, es Jesús mismo, quien nos dice como es que el corazón de Su Padre. Y, esta parábola maravillosa que solemos llamar de “parábola del hijo pródigo”, pero, en realidad, el pródigo, aquel que aquí alarga, que es Padre. Él tiene mucho amor, misericordia, ternura, acogimiento, un Padre que abre, alarga Su corazón de una forma única e infinita, para demostrar el tamaño del amor que Él tiene por mí y por ti.

El hijo que sale de casa del padre, entristece el corazón del padre, pero él no pasa a amar menos, y sí, amar con cuidado, único y particular, porque el padre no quiere ningún de sus hijos perdidos.

Para tener un corazón como el de ese padre, necesitamos dejar ser abrazado por él y abrazado en el menor pecado que hayamos cometido en la vida. A veces, no tenemos consciencia de cuanto el pecado nos estropea, pero, es más importante tener la conciencia de como la misericordia de Dios sana, sana y transforma el corazón pecador en un corazón sanado, renovado y transformado. Por eso, dejémonos ser abrazados por el Padre.

El hijo más viejo vivía en la casa del padre, pero no permitía ser abrazado por él; y conformaba porque no hizo grandes pecados: no fue para el “mundano”, pero cultivó el celo cuando, su hermano más nuevo, volvió de la vida que vivió.

Por veces, no cometemos los grandes pecados de la humanidad: no matamos, no robamos , pero no creemos buenos, así como este hijo más viejo. Siempre fuimos fieles a Dios, estamos siempre en la Iglesia, cumplimos siempre los mandamientos, pero nuestra mirada para el mundo es siempre una mirada de reprobación; una mirada como de aquel fariseo.

Esta es la expresión que mejor define el hijo: él esta en la casa del padre, pero no tiene el corazón como el del padre. Corazón del Padre es un corazón pródigo; alarga el amor por el pecador, mismo en su peor condición.

Grave en tu corazón que, para tener un corazón como el del Padre, necesitamos amar los pecadores por mayores que sean sus pecados. ¿Sabes por que? Porque el Padre nos ama y no preguntó cual el tamaño de nuestro pecado; nos ama como somos; ama cada uno de nuestros hermanos que, como nosotros, son pecadores también.

Ama, porque quiere cuidar, tratar y demostrar el tamaño de Su cuidado. Que el Padre de la Misericordia, nos conceda un corazón tan pródigo o, por lo menos parecido con el de Él, derramando amor y misericordia para tantos otros hermanos que necesitan experimentar el amor misericordioso de nuestro Dios.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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