10 May 2019

En la Eucaristía, experimentamos la presencia de Dios

“El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él” (Jn 6, 56).

¡Que gracia sublime es la vida de Dios en nosotros! El Hijo del hombre esta diciendo que si no bebemos su sangre ni comemos Su carne, no tendremos la vida de Él en nosotros. La primea gracia que Él nos da es para bebe Su sangre y comemos Su carne.

Sabemos que, en la cultura judaica, el animal era sacrificado en holocausto como ofrenda a ser dada a Dios. En la Cena Pascual, lo que se hacia era el cordero, inmolado y sacrificado como alimento en aquella cena.

Cordero ninguna nos salva, animal ningún nos da la vida. Puede ser que sirva para ser símbolo de un sacrificio, de una oferta que se va hacer a Dios, pero no salva nadie ni nos da la vida. Nosotros nos alimentamos por un instante pero, después, esta todo el mundo con hambre de nuevo.

Jesús miro para aquel pan y para aquel vino y dijo: “Es mi cuerpo. Es mi sangre”. El pan por el pan no sana nadie, la sangre por la sangre también no mata la sed de nadie, pero el Cuerpo de Jesús nos salva, el Sangre de Él es la vida de Él en nosotros, porque en el cuerpo esta la expresión de la existencia visible.

La Eucaristía, comer la carne de Jesús y tomar la sangre de Él, es experimentamos la vida plena que Dios nos da

La sangre siempre fue entendido como la vida psíquica, psicológica. Es interesante que nos da Su vida física, pero nos da también Su vida psíquica y psicológica, porque muchas veces, las personas están en búsqueda del cuerpo físico, de la cura física, y es lo que interesa para la mayoría de las personas, estar viva de cualquier forma, pero Dios no nos quiere vivos de cualquier forma.

Dios no quiere que tengamos solo la vida física, porque Él nos nos creo solo en el sentido físico, Él nos creo enteros, Él nos creo con cuerpo, alma y espirito, por eso la Eucaristía es el cuerpo, sangre, alma y divinidad. Es Jesús entero, sin separación ni distinción. Cuando nos alimentamos de Dios, recibimos toda la vida de Él.

En la Eucaristía, comer la carne de Jesús y tomar la sangre de Él es experimentar la vida plena que Dios nos da. La plenitud es la eternidad Cielo, pero la eternidad comienza ahora, cuando vivimos una vida intensamente eucarística. No es solo nuestro físico que es tocado por Jesús, no es solo nuestro semblante que es transubstanciado, transfigurado, pero nuestra psique, también, nuestro lado psicológico.

Necesitamos buscar ser sanados por entero, porque, cuando tenemos la vida de Jesús en nosotros, Él nos sana, nos libera de los fanatismos, de los exagero, de todas aquellas cosas que criarían en nosotros. Jesús nos da una vida serena, sensata, pero profundamente llena por el amor de Dios. La Eucaristía es el remedio, el pan, es la carne y la sangre que nos salva, nos libera, sana y da una vida plenamente humana.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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