08 Apr 2018

Jesús viene en socorro a nuestra incredulidad

Jesús tiene misericordia y compasión de nosotros, Él viene en socorro a nuestra falta de fe; Él viene en socorro a nuestra incredulidad

“Luego dijo a Tomás: «Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: Métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe” (Jn 20, 27).

Contemplamos el Resucitado en nuestro medio, de forma amorosa, aún siendo traicionado, abandonado y dejado solo en el drama de la cruz por los discípulos, cicatrizó el corazón de ellos. Jesús no hizo como nosotros, Él no fue poner sentimiento de culpa y tampoco acusar nadie de haberlo abandonado. Él reavivo y encendió la llama en el corazón de los discípulos y, aunque teniendo ochos días que Él estaba vivo y resucitado, aún había mucha incredulidad, muchos corazones estaban cerrados y dudosos.

Tomás, en la pura sinceridad, manifestó su incredulidad: “«Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré” (Jn 20, 24-25). No basta todo que el Maestro enseño, porque la incredulidad aún estaba clavada en el corazón de Tomás.

Cuando hablamos de “incredulidad”, no estamos hablando del ateísmo presente en el mundo de otrora, en el mundo de hoy y que impregnará en la historia de la humanidad hasta la consumación de los días.

Hay el ateísmo profesado de forma clara, hay el ateísmo que niega la existencia, la presencia de Dios, pero estamos hablando de la incredulidad de aquellos que saben de la existencia de Dios, creen en la Resurrección de Jesús, sin embargo, viven como si Él no existiera; no ponen la fe y el corazón en el Cristo que esta resucitado. En otras palabras, viven como si Jesús no estuviera vivo en nuestro medio.

No vamos juzgar las personas que están fuera de la Iglesia, vivimos cercados por muchas incredulidades; ponemos nuestras incredulidades para fuera y expresamos como Tomás.

Jesús tiene misericordia y compasión de nosotros, Él viene en nuestro socorro en la falta de fe; Él viene en socorro a nuestra incredulidad. Así como Él pidió a Tomás: “Toca, Tomás”, él esta pidiendo a nosotros también. Toquemos en Jesús o permitamos ser tocados por Él, permitamos experimentarlo en nuestra carne, en nuestra vida, en la seguridad de que Él esta vivo, esta entre nosotros.

No permitamos, de ninguna forma, que seamos más incrédulos que hombres y mujeres de fe. Permitamos que nuestro cuerpo sea incendiado, que nuestra mente sea invadida y guiada por la fe que tenemos en Él. Permitamos que todo lo que hacemos y proclamamos en la vida, sea expresión de aquello que creemos con nuestra boca: Jesús esta vivo y resucitado.

Experimentar la misericordia de Dios es ver que nosotros, muchas veces, fuimos más incrédulos que creyentes y que, a pesar de eso, Él no nos amo poco; nos amo mucho y de forma externa.

Si la misericordia de Dios es grande para con nosotros, la nuestra no puede ser menor con la vida de los demás.

¡Dios te bendiga!

Pai das Misericórdias

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